Cualquier decisión de este tipo podría hacer caer aún más la moneda japonesa desde los mínimos de 24 años alcanzados en las últimas semanas, ya que los inversores se centran en la creciente brecha entre los tipos de interés ultrabajos de Japón y los agresivos planes de subida de tipos de la Reserva Federal de Estados Unidos.

En la reunión de dos días que finaliza el jueves, el Banco de Japón dejará sin cambios su objetivo del -0,1% para los tipos de interés a corto plazo, y del 0% para el rendimiento de los bonos del Estado a 10 años en el marco de su política de control de la curva de rendimiento (YCC).

Los mercados se centran en si el Banco de Japón hará algún ajuste a su orientación dovish que proyecta que los tipos de interés a corto y largo plazo se mantengan en los niveles "actuales o más bajos", y la promesa de aumentar el estímulo "sin vacilar" con la vista puesta en el impacto económico de la pandemia del COVID-19.

"Hacer grandes cambios en las orientaciones del BOJ podría avivar las especulaciones del mercado sobre una salida anticipada del YCC, y causar grandes trastornos en el mercado de bonos", dijo Naomi Muguruma, estratega jefe de bonos de Mitsubishi UFJ Morgan Stanley Securities.

"Eso es algo que el BOJ probablemente evitará esta vez", dijo. "Con otros bancos centrales subiendo los tipos, la política de tipos negativos del BOJ estará en el punto de mira y podría desencadenar más ventas de yenes".

La revisión de tipos del BOJ será la primera para Hajime Takata y Naoki Tamura, que se incorporaron al consejo de nueve miembros en julio. Suceden al ex banquero comercial Hitoshi Suzuki y al economista Goushi Kataoka, un firme defensor de la flexibilización agresiva que votó sistemáticamente en contra de mantener los tipos estables.

Un voto unánime sugeriría que es poco probable que los dos recién llegados agiten el barco de la política monetaria por el momento.

La inflación subyacente de los consumidores de Japón se aceleró hasta el 2,8% en agosto, superando el objetivo del 2% del Banco de Japón por quinto mes consecutivo, al ampliarse la presión sobre los precios de las materias primas y la caída del yen.

Pero el gobernador del BOJ, Haruhiko Kuroda, ha descartado la posibilidad de una retirada de los estímulos a corto plazo por considerar que los salarios deben aumentar más para alcanzar de forma sostenible su objetivo de inflación del 2%.

El mensaje dovish de Kuroda ha servido para debilitar el yen, contradiciendo los esfuerzos del gobierno por frenar la caída de la moneda mediante amenazas verbales de intervención de compra de yenes.

Una vez que fue bienvenida por el impulso que da a las exportaciones, un yen débil se ha convertido en un dolor de cabeza para los responsables políticos japoneses, ya que hace subir el coste de la importación de combustibles y materias primas, ya de por sí caros.

La tercera economía del mundo se expandió un 3,5% anualizado en el periodo abril-junio, pero su recuperación se ha visto lastrada por el resurgimiento de las infecciones del COVID-19, las limitaciones de suministro y el aumento de los costes de las materias primas.