FRÁNCFORT, 1 abr (Reuters) - Ante la amenaza de Rusia de cortar el suministro de gas y petróleo, los países europeos están desempolvando planes de racionamiento que recuerdan la crisis energética de 1973.

¿Se encaminan los europeos hacia domingos sin coche, luces más tenues y horas de acostarse impuestas por el Gobierno al terminar las emisiones de televisión antes de tiempo, algo que se vio por última vez en la época del embargo árabe de las exportaciones de crudo a Occidente?

Probablemente no, porque ese episodio, y otros más recientes, demuestran que las empresas se adaptan rápidamente, lo que significa que el impacto en la producción económica de la zona del euro puede ser inferior al 1%, según algunas estimaciones.

Además, los Gobiernos han aprendido que la imposición de medidas de austeridad, como el racionamiento de combustible en los surtidores, dará poco resultado si la población no las apoya.

Por ello, es probable que opten por algo más consensuado, como hacer que los hogares bajen sus termostatos o que suelten el pedal del gas.

Sin embargo, la elección de las industrias a las que se les debe cortar el suministro de energía será una decisión política espinosa, que obligará a los Gobiernos a recurrir al tipo de decisiones tajantes que normalmente se reserva para los tiempos de guerra.

LA MELLA EN EL CRECIMIENTO PUEDE SER PEQUEÑA

Aunque la Unión Europea podría sustituir sus importaciones de crudo ruso por otras fuentes, es poco probable que pueda hacer lo mismo con el gas en un futuro próximo.

Esto significa que un racionamiento de gas es seguro si Rusia cierra los grifos en represalia por las amplias sanciones económicas de Occidente.

Pero los economistas estiman que el daño al crecimiento económico sería pequeño.

El Banco Central Europeo calcula que una reducción del 10% en el suministro de energía afectaría a las empresas europeas en un 0,7% del valor añadido bruto de la zona del euro, una medida de los bienes y servicios producidos en el bloque.

Esto está en línea con los precedentes tanto en Reino Unido durante el embargo de los años 70 como en Japón tras el desastre nuclear de Fukushima de 2011.

También es probable que las economías europeas orientadas a los servicios salgan más bien paradas que China, en donde tiene un gran peso el sector manufacturero, cuando atravesó su propia crisis energética el año pasado.

"Los episodios anteriores de racionamiento de energía no han sido tan perjudiciales como cabría esperar y las empresas han demostrado su habilidad para lograr considerables aumentos de eficiencia cuando ha sido necesario", escribieron desde Capital Economics.

Por ejemplo, el exportador de carne de cerdo Danish Crown ha empezado a reequipar algunas plantas de producción de gas con gasóleo, mientras que las ventas de generadores de gasóleo en Dinamarca aumentaron entre un 300 y un 400% en marzo.

Incluso para Alemania, el país de Europa occidental más dependiente de la energía rusa, el impacto de un recorte del 8% en el consumo de petróleo, gas y carbón reduciría el PIB del país en un 1,4%, según un documento de la red de economistas ECONtribute.

Por supuesto, hay escenarios más pesimistas. Nomisma Energia calcula que la economía italiana, que también depende de Rusia para su suministro, se vería afectada en un 5,6% si el suministro de gas de Rusia se redujera aproximadamente a la mitad, suponiendo que se produjera algún aumento de la eficiencia, pero sin cambiar a fuentes alternativas.

EL RACIONAMIENTO NO FUNCIONA SIN APOYO PÚBLICO

Las estrategias de racionamiento actuales están pensadas sobre todo para ahorrar en los hogares y concentrar el dolor en las empresas, empezando por las que pueden cambiar a otras fuentes de energía.

Esta es una lección clave aprendida de la década de 1970. Los dos países europeos que impusieron el racionamiento de combustible para la población -Suecia y Países Bajos- tuvieron que cambiar rápidamente de rumbo debido a la reacción pública.

En lugar de ello, la mayoría de los Gobiernos de la época dejaron que el precio del combustible subiera, deprimiendo automáticamente la demanda.

Su enfoque se centró en medidas que la población consideraba más equitativas, como reducir los límites de velocidad y aumentar la frecuencia del transporte público.

"¿Puede funcionar el racionamiento? Está en función de la voluntad del público de apoyarlo", dijo Alan Pisarski, que ayudó a diseñar la estrategia de Estados Unidos para hacer frente al embargo de petróleo de 1973.

Pisarski dijo que la Unión Europea debería centrarse en convencer a la gente de que reduzca el uso de la calefacción, una campaña que ya está en marcha en algunos países.

ECONOMÍA DE GUERRA

Incluso la elaboración de una lista de las industrias que deben recibir combustible durante más tiempo, como está haciendo el Gobierno alemán, puede ser políticamente difícil de asumir, como demuestra la historia.

Cuando el embargo petrolero afectó a Estados Unidos, los senadores de los estados montañosos de Colorado y New Hampshire se opusieron a la idea de apagar los sistemas de telesillas de las estaciones de esquí y trataron de desviar la atención hacia la energía utilizada en los invernaderos para la floricultura, recuerda Pisarski.

En Alemania, el grupo químico BASF ya ha advertido de un "cese total de operaciones" si el suministro de gas natural se reduce a menos de la mitad de las necesidades actuales.

Al final, es probable que las industrias que necesitan calor como parte de su proceso de producción, como los fabricantes de productos químicos, metales, vidrio y papel, tengan prioridad.

Los que tienen contratos interrumpibles serán probablemente los primeros en sufrir cortes de suministro y puede que incluso tengan que reducir su semana laboral, como ocurrió en China durante el racionamiento del año pasado.

"El racionamiento requerido por un embargo inmediato sería básicamente comparable con el mecanismo de asignación de una economía de guerra", dijo Kirsten Westphal, miembro del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad que asesora al Gobierno alemán, en una entrevista con el medio digital Clean Energy Wire.

(Informes adicionales de Gavin Jones en Roma, Ludwig Buerger en Fráncfort y Stine Jacobsen en Copenhague; edición de Mark Potter; traducción de Darío Fernández)