Hemos escrito mucho sobre Boeing en los últimos meses, dando por sentado que los últimos acontecimientos no serían los últimos. Por ejemplo, en "Boeing : Un MAX de retraso", que relataba la curiosa y relativa resistencia de la acción, o más recientemente en "Boeing: asfixia programada", que nos recordaba que las empresas hipercapitalistas suelen acabar en problemas cuando la gestión ya no está a la altura. Desde entonces, hemos asistido a un tira y afloja social con los empleados exigiendo lo que les corresponde después de que la empresa gastara 45.000 millones de dólares en efectivo en recompras de acciones.Evidentemente, este dinero se habría gastado mejor en instalaciones industriales y control de calidad.
El conflicto industrial ha agravado el retraso en las entregas a los clientes. En la división comercial, Boeing sólo ha podido despachar 291 aviones en nueve meses. Si el grupo entrega en el cuarto trimestre tantos aviones como en el tercero, acabará el año con unas 410 entregas, frente a las 528 de 2023. Es la mitad de las 806 que entregó en 2018, su mejor año. Al mismo tiempo, la empresa sigue perdiendo dinero en su negocio de defensa, debido a los sobrecostes en algunos programas importantes.
Estos trastornos agravan naturalmente las dificultades del Grupo, al complicar las entradas y salidas de tesorería. Esto plantea la cuestión de las consecuencias del deterioro del balance, razón por la que hemos elegido esta acción agresiva.
Anoche, S&P Global Ratings situó la calificación crediticia de Boeing en revisión con implicaciones negativas. Como el grupo está calificado con "BBB-", el nivel más bajo del grado de inversión, una rebaja de la calificación rebajaría automáticamente la deuda al grado especulativo, lo que aumentaría los costes de financiación y excluiría a Boeing de ciertos prestamistas ansiosos por tratar sólo con jugadores de grado de inversión.
Fuente: MarketScreener
S&P cree que la huelga actual podría dar lugar a una salida de caja de unos 10.000 millones de dólares en 2024, en parte debido a la acumulación de necesidades de capital circulante para apoyar la recuperación y en parte debido a los costes asociados a la huelga. En cualquier caso, el duro conflicto laboral ha puesto en peligro una serie de objetivos, en particular el aumento de la producción mensual de B737MAX a 38 aviones para finales de año y el retorno a un flujo de caja libre positivo el próximo año.
La deuda del grupo se ha disparado mientras que su margen EBITDA se ha deteriorado - Fuente: MarketScreener
Como resultado, es probable que Boeing tenga que recaudar fondos para evitar empeorar sus ya ajustados ratios. S&P Global cree que el grupo podría lanzar una ampliación de capital. Reuters informó anoche sobre los rumores de una emisión de acciones o de bonos convertibles que se está estudiando. Podría ser por 10.000 millones de dólares (para una capitalización actual de 95.000 millones).
Boeing es demasiado grande y demasiado estratégica para dejar indiferentes a las autoridades estadounidenses. Esto explica en cierto modo su limitada rebaja en bolsa, a pesar de unos ratios beneficios/deuda que harían correr a cualquier inversor normal. A pesar de las calamidades, el nombre de Boeing sigue teniendo valor, y hay pocas dudas de que una ampliación de capital encontrará una respuesta pública, o incluso de que el mercado crediticio acogerá favorablemente una emisión de bonos. Washington también puede actuar de forma menos directa, liberando un gran contrato de defensa, por ejemplo. "Un pedido del gobierno estadounidense es una muy buena garantía para convencer a los inversores de crédito", señala un experto del sector.
La capacidad de captar fondos contra viento y marea no significa, sin embargo, que Boeing sea un buen negocio para los accionistas. Sin hablar siquiera de dilución, el grupo tendrá que resolver importantes problemas industriales y demostrar su capacidad para volver a la carrera de la aviación civil con modelos innovadores y de alto rendimiento. No será el menor de los retos.