Todo entorno, planeta incluido, tiene una capacidad de carga, esto es, un número máximo de individuos a partir de los cuales la sostenibilidad no es posible. Hacia 1970 se superó por primera vez esta capacidad, aunque no necesariamente por número de personas, sino por como vivían algunas de ellas.

A medida que aumente la población mundial, sus habitantes tendrán que consumir de manera más responsable para caer por debajo de esa capacidad máxima. A más personas, menos impacto per cápita para que el planeta siga siendo viable.

Esto no significa vivir peor. Por ejemplo, vivir en una ciudad de tamaño medio y densidad media como Vitoria puede hacer innecesario utilizar el coche, algo que alivia el sedentarismo y mejora la calidad de vida. Esto puede ocurrir también en grandes ciudades que tengan medios de transporte públicos eficientes para complementar los trayectos a pie o en bicicleta.

Según las proyecciones de la ONU, la población seguirá aumentando durante un tiempo, aunque no se sabe exactamente cuánto ni a qué ritmo. En cualquier caso, es imperativo entender que ahora 8.000 millones de personas compartimos planeta, atmósfera y ecosistema.

De las acciones de unos depende la calidad de vida de otros. La sostenibilidad es el desafío más grande al que se ha enfrentado la humanidad, y por suerte ahora tenemos miles de millones de mentes para alcanzarla.

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