Sin embargo, la rentabilidad económica y financiera a lo largo de la última década es perfectamente defendible. Al menos en yenes, en cuyos términos la facturación creció a un ritmo anualizado del 9,8%, mientras que el beneficio operativo y el flujo de caja libre se duplicaron entre 2016 y 2025.
Como es habitual en las grandes empresas exportadoras japonesas —y coreanas—, que necesitan una moneda débil para mantener su competitividad, el problema está en el dólar. En diez años, el ritmo de crecimiento anualizado se ha reducido al 6,4%, mientras que, lejos de duplicarse, el beneficio operativo solo ha aumentado un 38% en el mismo periodo.
Esta dinámica de depreciación agota los flujos procedentes de los inversores extranjeros pese al contexto general de mejora de la gobernanza en los grandes grupos japoneses, que no ha pasado desapercibido para los grandes gestores de activos. Esta tendencia se ha vuelto a comprobar en los últimos meses en el capital de Daikin.
Sin duda, una recuperación del yen frente al dólar, siempre que no comprometa la competitividad del grupo, fomentaría un renovado interés por parte de los inversores extranjeros. Desde 2012, la moneda japonesa ha perdido la mitad de su valor frente a la estadounidense, pero parece haber tocado fondo hace exactamente un año, y ahora parece estar iniciando un repunte.
Situada en mercados estructuralmente prometedores, su estrategia, que combina hábilmente el crecimiento orgánico y pequeñas adquisiciones selectivas, la venta de equipos, servicios y piezas de recambio con altos márgenes, Daikin podría beneficiarse de esta evolución, dada su baja valoración actual.
Es cierto que la reducción progresiva de su endeudamiento durante el último ciclo le ha costado puntos de rentabilidad, lo que sin duda no ha contribuido a mejorar su imagen. Una mejora en este aspecto tampoco pasaría desapercibida.