Explorando las fascinantes relaciones entre el arte abstracto y la construcción

La fusión nuclear en general y el proyecto ITER en particular, pueden considerarse entre las iniciativas más innovadoras para asegurar el abastecimiento de energía para las generaciones futuras. Este proyecto es una de las empresas más prodigiosas del sector, que es improbable que volvamos a encontrar en nuestras carreras profesionales como constructores. Se han dedicado más de 6.700.000 horas a la construcción de esta obra maestra única. Puede que para muchos no resulte evidente que ITER tenga una esencia que va más allá de una obra común, ya que se cimienta sobre capas de arte, tal como tuvimos el placer de desvelar a lo largo de una intensa conversación artística con el reconocido artista José Manuel Ballester cuando visitó la obra en agosto de 2019.

Lo que diferencia el arte y la construcción de ITER es su propósito, pero no debemos subestimar los puntos en común entre ambos. Durante la visita de José Manuel Ballester, juntos relacionamos algunos elementos y perspectivas del proyecto con la esencia de algunos de los movimientos artísticos más destacados del siglo XX, asociando el trabajo realizado por casi 3.000 hombres y mujeres con el de reconocidos artistas modernos que dieron forma al arte de vanguardia de nuestra época. Todos estos elementos se engloban en un único proyecto de construcción que, como el arte, es universal, apelando a las sensibilidades de todas las nacionalidades y trascendiendo fronteras, al igual que lo hace la naturaleza intercultural de ITER.

Los volúmenes de ITER pronto se llenarán o cubrirán con equipos e instalaciones que un día satisfarán nuestro deseo de energía limpia e ilimitada, tras lo cual este museo viviente quedará oculto para siempre. El viaje artístico con el Sr. Ballester ha sido probablemente la visita más emocionante que he realizado a la obra y, al mismo tiempo, la visita más fascinante que he hecho a un 'museo'.


A la izquierda: rejilla de refuerzo en uno de los muros del Tokamak.
A la derecha: Composición en gris, de Theo van Doesburg (Rag-Time), 1919.

Toda historia tiene un principio

Uno de los primeros pasos de Vinci-Ferrovial-Razel (VFR) en 2013 fue construir una maqueta de una parte del muro de confinamiento del reactor magnético, una de las zonas más complejas del proyecto. Esa maqueta fue nuestra piedra de Rosetta, donde los diferentes lenguajes de la obra se fusionaron, encontrando la combinación adecuada entre el espacio y la forma: armaduras solapadas, recovecos en el hormigón, huecos para cavidades, conectores y placas. Este concepto de crear algo desde cero recuerda a artistas como Kazimir Severinovich Malevich, que dio una nueva forma al significado del arte en la primera mitad del siglo XX. Las formas abstractas radicales del suprematismo de Malevich nos acercan a la génesis del arte, perdiendo toda composición, color, forma y figura. Por ejemplo: las líneas y formas cuadradas de las aberturas y placas embebidas del Tokamak de ITER son un homenaje permanente a los antepasados revolucionarios del suprematismo. Como se puede ver en la imagen de las aberturas del Crane Hall y en la Composición Suprematista de Malevich: Avión volando, de 1915.


A la izquierda: detalle de las aberturas del Crane Hall.
A la derecha: Kazimir Malévich, Composición
suprematista: Avión volando, 1915.

El surrealismo y el arte moderno también florecieron en las primeras décadas del siglo pasado. Un ejemplo destacado es el arte populista de Fernand Léger. Su obra evolucionó del cubismo hacia una forma de arte cuyo objetivo era hablar a la gente vinculada a la revolución industrial. Le entusiasmaba la revolución industrial y tecnológica de su época, de la misma manera que actualmente nos fascina la revolución energética y tecnológica. Su arte nos empuja a reflexionar sobre la importancia del ser humano en la construcción. Los paralelismos son sorprendentes cuando observamos la fotografía de los trabajos en el Tokamak junto a Les constructeurs (detalle) de Fernand Léger, 1950.


A la izquierda: trabajo manual en el Complejo Tokamak.
A la derecha: Les constructeurs (detalle), 1950. ©Fernand Leger. VEGAP, Madrid
2021

De la génesis a los patrones

Se pueden hallar rastros de suprematismo en otros ejemplos del cubismo y el constructivismo que surgieron en el resto de Europa después de la Primera Guerra Mundial. El color es el gran ausente en el Complejo Tokamak, aunque los patrones estrictos de las armaduras, enfatizados por los dispositivos de puesta a tierra redondos y las placas embebidas en varios tonos de gris, producen una composición espacial que podría haber inspirado a Van Doesburg, Braque, Tatlin, Gris o al Picasso cubista. Por ejemplo, Construcción espaciotemporal II, de Van Doesburg, de 1924, en la siguiente imagen. Van Doesburg estaba obsesionado con la abstracción geométrica, como su maestro Vasili Kandinsky, y concibió el término arte concreto.


Theo van Doesburg, Construcción espacio-temporal II, 1924.

El cubismo acabó siendo más elaborado en el movimiento op-art. El objetivo de sus pinturas abstractas era emborronar la visión del espectador, permitiéndole captar movimiento e imaginar formas que realmente no estaban allí, normalmente en blanco y negro. En el trabajo de artistas como Victor Vasarely, la composición se ondula, como si la superficie se estuviera deformando ante el espectador Los efectos y principios del op-art fueron mimetizados en ITER cuando se instalaron las armaduras de la Neutral Beam Cell. En los muros verticales del cilindro del pozo central, las aberturas cuadradas de la Port Cell se entrelazaban repentinamente con las formas redondeadas de los inlets del haz de neutrones. Las superficies desalineadas crearon una discontinuidad en los muros verticales del pozo. Fue una de las zonas más complejas que construimos. El proceso de creación en 3D de todas estas estructuras de refuerzo hizo que los ojos de muchos de nuestros ingenieros acabaran borrosos, como si acabaran de salir de la Fundación Vasarely en Aix-en-Provence. La mejor forma de compararlo es observar las aberturas de la Neutral Beam Cell (en la siguiente imagen) y la obra de Vasarely, Vega del Álbum I de 1955.


A la izquierda: aberturas de la Neutral Beam Cell.
A la derecha: Vega, del Álbum I, 1955 (detalle) ©Victor Vasarely. VEGAP, Madrid 2021

Del plano al volumen y viceversa

En el Brasil de la década de 1960, las semillas plantadas por Van Doesburg y su movimiento del arte concreto fructificaron en una nueva corriente: el neoconcretismo, liderado por el Grupo Frente. Su trabajo rechazaba el enfoque materialista adoptado por sus predecesores, y trataba de retratar la experiencia humana a través de una forma de arte menos restrictiva. El resultado es un arte más personal, más orientado a la experiencia humana. Como pasa con nuestros equipos de obra, el arte lo hacen personas con corazón y sentimientos.

En la construcción nuclear, es común pensar que los proyectos se crean solo a través de procedimientos y planos claramente definidos. Todo es cuadriculado, todo está programado: la realidad parece estar robotizada. Pero administrar equipos de alto rendimiento como los de ITER es más complejo. El rol de Directores de Proyecto en VFR se caracterizó en gran medida por este enfoque protocolizado, pero fue imprescindible completarlo con nuestro toque personal. A lo largo de los años, experimentamos colectivamente sentimientos como la motivación de enfrentarnos a ambiciosos desafíos técnicos o la sensación de éxito cuando nuestros esfuerzos dieron sus frutos, pero también tuvimos momentos de frustración y derrotismo. Durante ese tiempo, nuestras vidas estuvieron marcadas por otros tantos hitos como el nacimiento de nuestros hijos, la amistad, la enfermedad, el miedo a la pandemia mundial, y en algún caso incluso la muerte, y esto fortaleció nuestros lazos como seres humanos. Unos lazos que en algunos casos perdurarán en el futuro, porque si hay algo que caracteriza al equipo de VFR, es la humanidad. Es un conglomerado de profesionales de muchos países con un corazón extraordinario, una humanidad que excede incluso sus capacidades técnicas, un equipo de personas que será difícil volver a repetir. Siempre me gusta decir que el equipo de VFR es el mejor equipo del que he formado parte. Es por eso que el hormigón vertido por VFR en ITER tiene tanto en común con el neoconcretismo. En los detalles de hormigón de toda la obra podemos percibir la esencia del trabajo de artistas como Hélio Oiticica y Lygia Clark.

De lo complejo a lo simple

Esta complejidad y voluntad de trascender gradualmente el espacio bidimensional dio paso a la simplicidad y al minimalismo que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial. Un buen ejemplo de minimalismo, y uno de los pioneros del movimiento, es Donald Judd. Su arte pretendía eliminar la jerarquía de los objetos y presentar un espacio despejado, una forma de belleza extremadamente purificada. La plataforma creada por el movimiento condujo al desarrollo de nuevos tipos de arte en forma de objetos, muebles y arquitectura.

El propio Judd diseñó sillas, camas, estanterías, escritorios y mesas, basados en los mismos principios de sus pinturas y esculturas. La simplicidad de formas es la base de la buena ingeniería y de todo buen diseño. A nuestros ingenieros siempre les hemos pedido mantener cada aspecto del proyecto lo más sencillo posible. Un excelente ejemplo de la importancia de la simplicidad es esta fotografía de las aberturas en la pared del bioshield, que recuerda a Sin título, de Judd, de 1988.

Aberturas en la pared del bioshield/ pozo central


Sin título, 1988. © Judd Foundation. VEGAP, Madrid 2021

Continuará…

En la segunda parte continuamos nuestra exploración del arte a lo largo del tiempo, que se expresa de forma inadvertida en la construcción del ITER.

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Ferrovial SA published this content on 07 May 2021 and is solely responsible for the information contained therein. Distributed by Public, unedited and unaltered, on 07 May 2021 08:31:07 UTC.