El diario The Times calificó como «un gran triunfo de la ingeniería de nuestro tiempo» la inauguración allá por 1863 de la primera línea del Metropolitan Railway, que pasaría a ser más conocido simplemente como el «Met» o «Metro». Se suele atribuir a la inagotable obstinación de Charles Pearson la propuesta original para mejorar las comunicaciones para los habitantes de la capital, cuyas calles -todavía sin coches, porque ni siquiera se habían inventado- estaban atestadas de gente, caballos, carruajes, e incluso carros de bueyes para el transporte de mercancías. Aquella primera línea era tan solo algo más de 6 km de línea subterránea, pero marcaron historia.

Ferrocarriles bajo tierra

William Gladstone, directores e ingenieros del Metropolitan Railway inspeccionando la línea (Londres, 1863);

Entre los detalles de cómo se construyó el metro de Londres hace más de 150 años (el enlace incluye un recomendable y estupendo vídeo didáctico TED) hay dos especialmente interesantes:

El primero, la razón por la que las líneas de metro suelen discurrir en paralelo bajo las calzadas. Esto se debe a que originalmente se construían por el método de «cavar y cubrir», consistente en ahondar en la calzada a cielo abierto, levantar con ladrillos un arco para el falso túnel y finalmente cubrir el resto con el material previamente excavado.

El segundo es que este método dejó de ser útil porque había demasiados sótanos, alcantarillado, tuberías, cables eléctricos y otros elementos bajo la superficie. De modo que se empezaron a utilizar las tuneladoras a mayor profundidad, a partir de unos 25 ó 30 metros. La parte delantera excavaba una sección circular y se podía avanzar mucho más rápidamente a través de roca y todo tipo de materiales, incluso bajo los ríos. Hoy en día llamamos a esas máquinas TBMs (Tunnel Boring Machines). De este segundo método y su parecido con los tubos es de donde proviene el nombre alternativo Tube («Tubo») para referirse a algunos metros del mundo.

Expansión internacional

El Metropolitan Railway y sus líneas y estaciones.

A la red de metro de Londres, que se acabaría denominando London Underground, pronto se unirían otros en diversas ciudades. El primero en la Europa continental fue el Metro de Budapest (Hungría) en 1896, seguido del Metro de París (Francia) en 1900, el U-Bahn de Berlín en 1902 y el Metro de Madrid (1919). Mientras tanto, en Estados Unidos surgían el Metro de Nueva York (Subway) en 1904 y el de Filadelfia en 1907. El Metro de Tokio data de 1927 y el Metro de Moscú (Rusia) de 1935. En Sudamérica el primero fue el Subte de Buenos Aires (Argentina) en 1913; el Metro de El Cairo (Egipto) fue en 1987 el primero de toda África.

Es difícil detallar toda la cronología de la expansión del Metro, que además se ha combinado con tranvías, trenes elevados y trenes de cercanías en muchos lugares. Resumiéndolo en datos, que cambian cada día, se sabe que en 2021 había al menos 204 ciudades de 61 países con un sistema de metro subterráneo:

  • Nueva York tiene la mayor cantidad de líneas y estaciones de metro: 36 líneas y 472 estaciones.
  • La mayor longitud la cubre la red del Metro de Shanghái: 802 kilómetros.
  • Shanghái y Tokio compiten muy de cerca por el récord de pasajeros: cerca de 8 millones de promedio cada día.
  • La estación de metro a mayor profundad bajo la superficie es la de Arsenalna, en Kiev, situada a 105 metros bajo el nivel del suelo.

La llegada de la electrificación

El metro de Londres abandonó las locomotoras de vapor que emitían molestos y perjudiciales humos en los túneles -la gente salía de allí incluso con los trajes manchados de partículas de carbón- y comenzó a usar líneas eléctricas en 1890. Muchos de los metros actuales utilizan sistemas de corriente continua (DC) de entre 600 y 3.000 voltios; otros utilizan corriente alterna (AC) de 15 a 25 kV.

La forma en que la corriente alimenta a los coches con motor de los trenes (hay otros sin motor, dependiendo de la configuración) suele ser una catenaria que cuelga del techo. Las hay de dos tipos, una similar a la de los tranvías y otra rígida, según las vías transcurran sólo por túneles o también por el exterior. En algunas redes de metro se utiliza un tercer riel o carril junto a los otros dos que son por los que circulan los trenes. Por sus características este riel utiliza corriente continua, pero este método está cayendo en desuso por sus inconvenientes, principalmente el riesgo de electrocución de personas y animales y porque requiere de túneles más anchos. En algunas líneas del Metro de Barcelona se usó este sistema hasta 1982.

El metro en España

En España hay 8 ciudades con Metro donde se mueven más de 100 millones de personas al mes. Madrid tiene la red más amplia: 317 estaciones, 292 km de red, 12 líneas y 1 ramal, dando servicio a 627 millones de pasajeros al año. La de Barcelona es la siguiente, con otras 12 líneas y 166 km, dando servicio a unos 355 millones de pasajeros. La red más reciente es la del Metro de Granada, con 26 estaciones en una única línea; se inauguró en 2017.

Existen auténticas joyas históricas del Metro en España que nos permiten recordar cómo fue este medio de transporte en otras épocas. Está Andén Cero, una «estación fantasma» (Chamberí) que fue abandonada de principios del siglo XX. Y también la Nave de Motores de Pacífico, construida en 1922 para alimentar la red de metro de la capital con la energía de tres gigantescos motores diésel «tamaño Titanic» de 1.500 CV, que generaban 15.000 voltios que se convertían posteriormente a 600V (DC); 1,1 KW más o menos. Esta solución serviría hasta 1950, clausurándose en 1972 de forma definitiva. Como nota curiosa e impensable hoy en día se cuenta que estos motores se mantenían siempre funcionando -aunque el Metro estuviera parado durante la noche- porque era más barato dejarlos al ralentí que pararlos durante horas y arrancarlos de nuevo. Eran una solución práctica, pero ruidosa y que molestaba a los vecinos. Completamente restaurada, se conserva hoy en día como museo histórico visitable.

Todo un mundo en el subsuelo

Plano del Metro de Shanghái con sus 18 líneas.

Gentes de todo el mundo usan las redes de metro todos los días. Los más apasionados por los intríngulis e historias del subsuelo son capaces de reconocer los metros de todo el mundo por el estilo arquitectónico y decorativo de las estaciones, por las cabinas del tren o incluso por la forma de las escaleras mecánicas. La mayoría dirían que el Metro de Moscú (Rusia) es el más bello y con aires de grandeza, incluyendo en su iluminación gigantescos candelabros y vidrieras; el «Tubo» de Londres (Inglaterra) es quizá el más icónico y reconocible, con sus escaleras mecánicas interminables, llenas de anuncios y las estaciones y cabinas de aspecto cilíndrico y señales como el Mind the Gap («Cuidado con no introducir el pie entre coche y andén» sería su equivalente) o los curiosos nombres de sus estaciones.

Otros metros muy espectaculares son el Tunnelbana de Estocolmo (Suecia), lleno de obras de arte y al que hay quien considera un auténtico «museo visitable y disfrutable» y sin duda el de Tokio (Japón), donde la masiva afluencia de gente y los operarios ayudando a «apretujar como sardinas» a los viajeros son también todo un símbolo reconocible, además de las infinitas máquinas expendedoras de todo tipo. Para los amantes de arte, el Metro de Atenas (Grecia) tampoco está nada mal, con grandes exposiciones de muros, sarcófagos, depósitos, urnas y todo lo que se encontró durante sus trabajos de excavación.

Está claro que el Metro no sólo lleva más de siglo y medio moviendo a gente por todas partes del mundo, sino que lo seguirá haciendo en el futuro cercano, a gusto de todas las personas que además de encontrarle una utilidad práctica aprecian también sus detalles culturales y artísticos más sutiles.

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Ferrovial SA published this content on 25 April 2022 and is solely responsible for the information contained therein. Distributed by Public, unedited and unaltered, on 25 April 2022 09:28:09 UTC.