«Intel Inside». En su momento, no había nada mejor. Era el sello de la innovación y la potencia informática. Durante mucho tiempo, Intel reinó sin rival en el mercado de los procesadores, impulsando los ordenadores personales de todo el mundo. En el imaginario colectivo, AMD desempeñaba un papel secundario, condenada a las máquinas de gama baja y a los frikis sin dinero. Intel era sinónimo de innovación, estabilidad, rentabilidad, la norma. Pero esos tiempos han pasado. Hoy, el gigante de Santa Clara arrastra su carcasa como un antiguo campeón caído.
Sigue ahí, pero cansado. Sigue siendo poderoso, pero desorientado. Sigue siendo un pilar de la industria, un constructor, sin duda, pero un constructor en plena crisis de identidad. Porque Intel ha querido hacerlo todo durante mucho tiempo: diseñar sus chips (CPU) y fabricarlos. Una ambición loable, pero un modelo fallido frente a una competencia cada vez más especializada, que le ha impedido adaptarse a los cambios del mercado. El resultado es que ha perdido trenes importantes, en particular el de la inteligencia artificial. Las preguntas fundamentales son: ¿puede volver al juego? Y, si es así, ¿en qué lugar?
¿Hacia dónde se dirige Intel?
Las dos divisiones de Intel no tienen los mismos objetivos ni los mismos adversarios. En el ámbito de las CPU (los procesadores que constituyen el cerebro de nuestros dispositivos electrónicos), la presión es constante. Las arquitecturas ARM avanzan en Qualcomm con los móviles, Apple y sus últimos chips M4, e incluso Nvidia con sus chips Grace dedicados a la inferencia. Y en las arquitecturas x86 (procedimiento de reflexión de un procesador, referencia para los PC desde los años ochenta), Intel ha perdido el control. AMD, con sus procesadores EPYC, se ha hecho con el trono y de momento no piensa abandonarlo.
Por su parte, Intel Foundry ha dejado claras sus ambiciones: convertirse en el segundo mayor fabricante de chips del mundo para 2030, justo detrás de TSMC. Un objetivo que parece, como mínimo, ambicioso. En 2024, TSMC generó 96.500 millones USD de facturación, mientras que Intel Foundry se estancó en 4.670 millones, por detrás de SMIC (7.900 millones), UMC (7.700 millones), GlobalFoundries (6.750 millones) y probablemente incluso Samsung. Para salvar esta brecha, Intel lo apuesta todo a su futura tecnología de grabado (la fabricación de circuitos dentro de un chip).
La ventaja técnica
Tener ambiciones está bien. Tener los medios para alcanzarlas, mejor. En este terreno, Intel no está tan lejos de su objetivo... al menos sobre el papel. El grupo se ha quedado rezagado en los procesos de grabado y necesita la producción de TSMC para sus procesadores más avanzados. Una aparente debilidad que, sin embargo, le permite concentrar sus esfuerzos en su propia tecnología: el proceso 18A.
Comparable al futuro proceso de grabación de 2 nm de TSMC, el 18A tiene una ventaja tecnológica: el PowerVia, un sistema de alimentación «por la parte trasera» que promete una mejor distribución de la carga de cálculo para el chip y una mayor rentabilidad energética. Una tecnología que TSMC no prevé antes de 2027 con su nodo 16A. En pocas palabras, Intel podría volver a tomar la delantera. Microsoft y Mediatek ya han mostrado su interés, siempre y cuando el producto cumpla sus promesas.
En cuanto a la división de diseño y comercialización de chips, la situación es diferente. Aunque esta unidad tiene autonomía decisoria y financiera, sigue dependiendo en gran medida del calendario tecnológico de la división de fundición. El éxito de las próximas gamas Panther Lake (para PC) y Clearwater Forest (para servidores) depende en gran medida del cumplimiento del plan de mercado que se ha impuesto Intel Foundry.
Los riesgos
- Una competencia ya bien establecida. Intel ha perdido valiosos clientes, tanto profesionales como particulares. AMD domina la multitarea y ARM sigue ganando cuota de mercado. ¿Queda sitio para Intel?
- Un lugar que conquistar en la IA. Los gigantes de la IA (Nvidia, Microsoft, Google, Amazon...) ya tienen su cadena de suministro. Intel, sin clientes importantes, tiene dificultades para hacerse un hueco.
- Apuestas tecnológicas arriesgadas. Entre el retraso acumulado y las incertidumbres en torno al rendimiento del proceso 18A, la presión es enorme. El más mínimo desvío en la producción o en el calendario podría salir muy caro.
- Un cambio de rumbo imprevisto. Aunque todavía es marginal, la división de GPU podría cobrar más importancia si Intel decide acelerar en esta dirección. El misterioso chip Jaguar Shores podría ser el punto de partida, aunque no sería la solución.
Las expectativas
- Estabilizar el segmento de centros de datos. Los ingresos relacionados con los centros de datos son erráticos. Una trayectoria de crecimiento continuo durante varios trimestres sería tranquilizadora. Esto pasará, en particular, por el auge de la gama Gaudi, dedicada a la IA.
- Mejorar los márgenes. Con un margen EBITDA del 20%, Intel está lejos de la media de rentabilidad del sector (TSMC, Nvidia o ARM rondan el 50%). Una recuperación es crucial para recuperar la confianza de los mercados.
- Conseguir un cliente importante para Intel Foundry. Microsoft podría convertirse en el primer cliente importante del proceso 18A. Un acuerdo concreto sería una señal muy positiva.
- Plantearse una venta o una escisión. Si la tecnología 18A fracasa, la división Foundry podría venderse o escindirse. Una opción con graves consecuencias, pero no inimaginable.
- Cumplir los plazos. En un sector en el que la confianza se basa en la ejecución, respetar los calendarios previstos sería una garantía de seriedad y credibilidad.
Intel parece encaminada hacia la recuperación, pero no puede permitirse ningún error. La empresa avanza en un equilibrio precario y el más mínimo paso en falso puede costarle caro, sobre todo en un sector tan competitivo como el de la inteligencia artificial. En este contexto, preferimos mantener la cautela con respecto a la acción, a la espera de que Intel cumpla algunos de nuestros criterios. Queda por ver si la ejecución del plan seguirá adelante. Al mando desde marzo, Lip-Bu Tan encarna esta esperanza: su paso por Cadence Design ha dejado el recuerdo de un directivo capaz de enderezar empresas.