Su nombramiento, que se inscribe en el marco de un programa de reformas más completo en el panorama del capitalismo japonés, había impulsado inmediatamente al alza la valoración del operador bursátil tras ocho penosos años de estancamiento.

Considerado el inversor activista más peligroso de Japón —lo que tiene su gracia teniendo en cuenta que fue banquero en Nomura, todo un emblema del poder financiero del archipiélago—, Hiromi Yamaji señaló con razón que en ningún otro lugar del mundo había tantas empresas japonesas cotizando por debajo del valor de su capital social.

El efecto de sus iniciativas ya es visible, con anuncios habituales de aumentos de dividendos y, como novedad, de recompras de acciones, lo que contrasta con el largo letargo que ha vivido el capitalismo nipón en este ámbito. En cambio, los intentos de deshacer las participaciones cruzadas entre las grandes instituciones financieras nacionales tardan en dar sus frutos.

Estos recientes acontecimientos han tenido una influencia positiva en los fundamentos de la Bolsa de Japón. En yenes, en diez años, el crecimiento de la facturación solo ha sido del 41% y el de los beneficios operativos del 35%, pero estas ganancias están muy relacionadas con la rentabilidad de los dos últimos años. En dólares estadounidenses, en cambio, se ha producido un estancamiento total en diez años, debido a la continua depreciación de la divisa japonesa.

A 14 veces su beneficio operativo antes de inversiones, o EBITDA, el descuento del operador de mercados financieros japonés sigue siendo evidente en comparación con sus homólogos: Euronext cotiza a 19 veces el EBITDA, LSE a 21 veces y NASDAQ a 22 veces.

Como la caridad bien entendida empieza por uno mismo, Hiromi Yamaji ha puesto en marcha un programa de recompra de acciones de su empresa, aunque todavía muy tímido, con una reducción del número de títulos en circulación de solo un 3% en cuatro años.