Lo más destacable es que este crecimiento de los ingresos supera con creces el de los costes de producción de contenidos, que han tendido a estancarse en los últimos tres años; otras partidas de gasto (marketing, I+D y administración) tampoco han variado.
Como resultado de esta afortunada combinación de circunstancias, que subraya la fortaleza de la marca Netflix, la calidad de su modelo de negocio y su apalancamiento operativo, el beneficio de explotación aumentó un 50% entre 2024 y 2023 y el beneficio por acción, un 64%.
Sus competidores no están en la misma línea. Anualmente, Disney gasta entre 5.000 y 6.000 millones USD más en la producción de contenidos, pero tiene que repercutir el coste de estas inversiones a la mitad de abonados; el problema es aún más grave en Warner Bros y Paramount.
Los tres grupos tienen que hacer frente, además, al declive estructural de sus actividades de televisión lineal; esta desventaja podría resultar insalvable, sobre todo ante la súbita caída de los presupuestos publicitarios. A fin de cuentas, Amazon sigue siendo el menos digno de lástima en comparación con Netflix.
El grupo dirigido por Reed Hastings sabe claramente hacia dónde va. A corto plazo, hacia el aumento de los precios y, en consecuencia, hacia una mayor expansión de los márgenes; a medio plazo, hacia la retransmisión de eventos deportivos, que se ha demostrado exitosa en los últimos meses y es muy lucrativa desde el punto de vista publicitario; a largo plazo, quizás hacia los videojuegos, ¿a través de una adquisición de la plataforma Steam, por ejemplo?
En cualquier caso, la valoración bursátil de la empresa hace justicia a su extraordinaria trayectoria. En un sector sometido a una competencia feroz, Netflix lleva mucho tiempo en cabeza. Hoy, incluso más que antes, parece imparable.