Apenas un año después de alcanzar su máximo valor en bolsa, la empresa danesa ha perdido la mitad de su valor. Pero los problemas nunca vienen solos; en este caso, vienen en tropel. En primer lugar, los tratamientos estrella de Novo son menos eficaces que los de su gran rival Eli Lilly. En segundo lugar, los competidores se pelean por entrar en el mercado e incluso se permiten fabricar copias de bajo coste. Además, la Administración estadounidense ha decidido presionar en el precio de los medicamentos. Por último, las relaciones entre Washington y Copenhague son pésimas desde el incidente de Groenlandia.
Parvus, conocido por sus operaciones en Ryanair, Accor, Ipsen, Flutter o UniCredit, no ha superado el umbral del 5% que le obligaría a revelarse oficialmente, pero tiene un plan en mente: influir en la elección del futuro director general, según precisa el FT. El actual, Lars Fruergaard Jørgensen, se marchará en cuanto se encuentre un sustituto. ¿El problema? No es un inversor quien elige al capitán del buque Novo, sino una fundación. La Fundación Novo Nordisk posee la mayoría de los derechos de voto, administra y acaba de nombrar a su antiguo director general, Lars Rebien Sørensen, miembro del consejo, como observador. Pero, al fin y al cabo, ¿quién mejor que un fondo activista para poner a prueba los límites de una gobernanza cerrada?