La sentencia del lunes, dictada en una sala en la que se sentaban hombres armados con pasamontañas entre los implicados en el caso, es un golpe para el mayor banco occidental en Rusia, que ha obtenido miles de millones de beneficios allí durante casi tres años de conflicto con Ucrania.
Marca un antes y un después para el banco que ha proporcionado un puente de pagos a la clase media rusa y a las empresas hacia Occidente, obligando a Raiffeisen a reservar una cantidad sustancial por la pérdida, incluso mientras intenta impugnar la sentencia.
La sentencia, dictada mientras Donald Trump juraba su cargo como presidente de Estados Unidos, sirve de advertencia a otros y provocó acusaciones por parte del abogado de Raiffeisen de que el tribunal era parcial y que los hombres enmascarados estaban allí para intimidar.
Los abogados rusos que emprendieron la acción contra Raiffeisen dijeron que los hombres en la sala eran alguaciles que estaban allí para garantizar el orden, acusando a sus oponentes de "bombardear el tribunal con peticiones infundadas".
La sanción, dictada por un tribunal del exclave ruso de Kaliningrado, sigue al fracaso de un acuerdo en el que participaba Raiffeisen para liberar una participación de propiedad rusa en un constructor austriaco, que se deshizo bajo la presión de Washington. Ahora Raiffeisen ha cargado con la factura.
"Se trata de una última advertencia a todas las empresas occidentales de que no se pueden hacer negocios con la Rusia de Putin", declaró Helmut Brandstaetter, un legislador liberal austriaco del Parlamento Europeo.
La medida coincide también con un deterioro de las relaciones entre Rusia y Austria, durante mucho tiempo cercana a Moscú pero que ha ido deshaciendo sus lazos gradualmente, abandonando en las últimas semanas un acuerdo multimillonario para comprar gas ruso.
"Raiffeisen fue advertido hace tiempo para retirarse", dijo Brandstaetter. "También demuestra que cualquier vínculo continuado entre Austria y Rusia conducirá al desastre".
REPRESALIAS INEVITABLES
La sentencia se suma a las preocupaciones de las empresas occidentales que siguen operando en Rusia, entre las que se encuentran compañías alimentarias como PepsiCo, Procter & Gamble y Mondelez, y el banco italiano UniCredit.
Ian Massey, de la consultora de riesgos S-RM, dijo que formaba parte de "tácticas de presión, que incluyen condiciones de salida cada vez más punitivas, confiscaciones de activos y ahora... enormes multas".
"En el contexto del creciente aislamiento diplomático y económico de Rusia, las represalias contra los símbolos corporativos occidentales eran casi inevitables".
Con la decisión del lunes, Rusia sigue adelante con sus anteriores amenazas de atacar activos de propiedad privada.
El pasado mes de mayo, Moscú dijo que identificaría las propiedades estadounidenses que podrían utilizarse para compensar las pérdidas derivadas de la incautación de activos rusos congelados en Estados Unidos.
Moscú ya se ha incautado de algunos activos y ha forzado su venta a compradores elegidos a dedo, como fue el caso del fabricante francés de yogures Danone y de la cervecera danesa Carlsberg.
El Kremlin controla qué empresas pueden vender y exige un fuerte descuento sobre el precio de venta.
Casi tres años después de que Rusia enviara tropas a Ucrania, la continua presencia de Raiffeisen en Rusia subraya los persistentes lazos entre Moscú y Viena, que ha servido de centro de operaciones para el dinero en efectivo procedente de Rusia y de los antiguos Estados soviéticos.
Ese vínculo colocó a Raiffeisen y a Austria en primera línea de una ofensiva mundial de Estados Unidos para aislar a Rusia.
La disputa judicial se produjo tras el fracaso de un acuerdo que Raiffeisen esperaba que le permitiera desbloquear parte de sus miles de millones congelados en Rusia.
El caso se centraba en una demanda de la sociedad de inversiones rusa Rasperia contra la constructora Strabag, sus accionistas austriacos y la rama rusa de Raiffeisen.
Raiffeisen había intentado comprar una participación en Strabag, con sede en Viena, a Rasperia, que Strabag había vinculado al magnate ruso Oleg Deripaska.
Washington identificó a Rasperia como parte de un grupo de empresas rusas aún controladas por Deripaska, cuando impuso sanciones a algunos de los implicados, echando por tierra el acuerdo.
Un portavoz de Deripaska reiteró que no tenía ningún vínculo con la empresa en el centro de la disputa con Raiffeisen.
Raiffeisen tiene alrededor de 6.000 millones de euros en Rusia, procedentes de pagos internacionales y de miles de millones de euros de depósitos rusos, según ha declarado a Reuters una persona con conocimiento del asunto.
(1 dólar = 0,9628 euros)