Ayer, el grupo publicó los resultados financieros de los nueve primeros meses. El periodo marca la reaparición de una tasa de crecimiento de dos dígitos -un 17% frente al mismo periodo del año anterior- y la actividad más intensa de crecimiento externo -287 millones USD invertidos en adquisiciones- de su historia.

Hábil comprador, Descartes solía ser capaz de generar retornos de la inversión de entre el 15 y el 20% en su estrategia de crecimiento externo. Sin embargo, debido al efecto de masa y a la ley de los grandes números, esta rentabilidad ha tendido a erosionarse con el tiempo.

Durante el último ciclo de diez años, el rendimiento de la inversión procedente de las adquisiciones ha fluctuado entre el 10 y el 15%; para estar seguros de este cálculo, tendríamos que ser capaces de separar con precisión el crecimiento orgánico del externo. Teniendo en cuenta el tamaño del grupo -que ahora tiene un valor de empresa de 15.000 millones USD-, esta creación de valor sigue siendo satisfactoria en todos los aspectos.

No obstante, estamos un peldaño por debajo de la indestructible Constellation Software, que a menudo ha aparecido en nuestras columnas, como hicimos a principios de esta semana cuando informamos sobre el cambio de estrategia de Computer Modelling Group, que también pretende clonar su modelo.

Como dijimos el año pasado, una diferencia notable entre Descartes y Constellation radica en que la primera no rehúye las ampliaciones de capital oportunistas -ha realizado dos en diez años- cuando considera que su valoración de mercado lo justifica. Dada la juiciosa utilización hasta la fecha de estos recursos, sus accionistas no se quejarán.

A cuarenta veces el EBITDA, el valor de empresa actual de Descartes se sitúa en el límite superior de su valoración a largo plazo, perfectamente delimitado entre este, un mínimo de veinte veces, tocado sólo tres veces en diez años, y, entre ambos, una media de treinta veces, en torno a la cual gravita claramente la valoración.