La quiebra de Credit Suisse en 2023 marcó un punto de inflexión. Suiza, que ahora tiene una única entidad bancaria internacional, quiere evitar a toda costa que se repita el fiasco. Por ello, aumenta la presión sobre el gigante, cuya importancia es ahora aún más sistémica, para que mantenga ratios de capital más estrictas.

En UBS, sin embargo, se teme por la competitividad financiera del país. Sergio Ermotti, consejero delegado del grupo, no se anduvo con rodeos en una nota interna fechada el 19 de marzo: "No esperaba que el principal obstáculo para el éxito de esta operación viniera de las mismas autoridades que nos pidieron que aceptáramos el reto de Credit Suisse". El mensaje se resumen en que demasiada regulación podría empujar al banco a plantearse su futuro en otro lado.

La situación es delicada. La mayor parte de los beneficios de UBS proceden de la gestión de patrimonios, un negocio prestigioso pero también codiciado. Unos requisitos de capital demasiado estrictos podrían dañar la cotización de sus acciones y convertirlo en presa de los grandes bancos de Wall Street, como Morgan Stanley, JPMorgan Chase y Goldman Sachs, según fuentes conocedoras de las conversaciones.

Concesiones a la vista

Para evitar tener que reunir más de 40.000 millones USD en capital (una suma deseada por la Autoridad Suiza Supervisora del Mercado Financiero (FINMA) para cubrir el 100% de los riesgos exteriores, frente al 60% actual), UBS está elaborando un plan de concesiones. Entre ellas, la limitación de la banca de inversión a un 30% del negocio total. Se trata de una división más expuesta a los riesgos de mercado, mediante la negociación de valores y las fusiones y adquisiciones, y que sigue en el punto de mira de los reguladores.

En resumen, una cura de humildad. A finales de 2024, esta división solo representaba el 21% de los activos ponderados por riesgo, muy lejos de los dos tercios de 2008, el año negro en el que UBS fue rescatado. La memoria es tozuda en Berna.

Otra opción es reforzar el capital propio. UBS, que debe acaparar hasta 19.000 millones USD tras absorber Credit Suisse y para cumplir las nuevas normas internacionales, estaría dispuesto, según Reuters, a añadir otros 5.000 millones; un importe insuficiente, sin embargo, para las ambiciones de la FINMA.

Un portavoz del banco ha recordado que "UBS ya es uno de los bancos mejor capitalizados del mundo", al tiempo que se ha mostrado favorable a las medidas de estabilidad, siempre que no sean excesivas.

El Gobierno suizo tiene previsto publicar en mayo una estimación de los requisitos de capital en el marco del futuro régimen regulador. Pero el proceso parece que será largo y la adopción final podría prolongarse a 2028 o incluso más allá.

Mientras tanto, UBS hace lo que puede. Entre bastidores, se trata de influir en las autoridades y se barajan varias opciones, como un traslado simbólico de la sede al extranjero, más como medida de presión que como verdadero proyecto de exilio, según dos fuentes cercanas al asunto.

Pero no todos ceden a esta retórica. Franziska Ryser, eurodiputada verde y miembro de la Comisión de Economía, intenta calmar los ánimos: "No habrá una regulación radical. Se encontrará una solución adecuada". Una forma diplomática de decirle a UBS que no tiene que amenazar con hacer las maletas. El debate no ha hecho más que empezar.