Que quede claro que MarketScreener no se ha convertido de repente en un entusiasta promotor de los grandes grupos brasileños controlados por el Gobierno socialista de tendencia bolivariana-chavista de Luiz Inácio Lula da Silva, como podría parecer (véase Petrobras: Desconfianza extrema de los inversores, publicado hoy mismo).

La historia de Vale es interesante en varios aspectos. Si bien el control de Brasilia sobre el grupo es oficialmente más laxo que en Petrobras, en la práctica el Gobierno mantiene un poder de decisión y veto muy fuerte, tanto por su presencia en el capital como por la naturaleza preferencial de sus títulos.

A falta de una revalorización del capital para los inversores extranjeros, que han sufrido una depreciación permanente del real frente al dólar o el euro, Vale garantiza al menos una rentabilidad por dividendo atractiva, aunque no tan jugosa como la de Petrobras.

Sus cifras son llamativas. Vale cuenta con una capitalización bursátil de 40.000 millones USD y un valor empresarial de 55.000 millones, mientras que en la última década ha generado un flujo de efectivo libre acumulado de 69.000 millones.

En este ciclo, ha devuelto 38.000 millones USD en dividendos y 15.000 millones en recompras de acciones. Asimismo, el número de títulos en circulación se ha reducido en una quinta parte y la deuda neta se ha dividido por dos, lo que revela una gestión saneada.

En cualquier otro lugar, estas características le valdrían a Vale múltiplos de valoración de primera categoría. Pero el papel proactivo que pretende desempeñar el Gobierno de Lula en la gestión de los grandes grupos industriales del país, así como su control sobre el banco central brasileño y su política monetaria, hacen temer lo peor a los inversores internacionales.