En este contexto de hiperinflación, las perspectivas económicas son preocupantes. Los bancos centrales no tienen más remedio que acelerar las subidas de los tipos de interés para frenar el fenómeno. Para empeorar las cosas, la continua guerra en Ucrania y la desaceleración económica en China se suman a la situación actual. 

Al otro lado del Atlántico, el índice de precios al consumo subió un 8,3% interanual en abril, frente al 8,5% de marzo. A pesar de esta ligera desaceleración, la tasa sigue siendo históricamente alta y Jerome Powell, el presidente de la FED, está decidido a bajar la inflación declarando que apoyaría las subidas de los tipos de interés hasta que los precios vuelvan a caer a un nivel saludable. El objetivo es volver a situar la inflación en torno al 2% y, para ello, es probable que se repitan las subidas de 50 puntos básicos en futuras reuniones, siempre que las condiciones económicas no cambien. 

En Europa, el panorama no es mejor. La inflación ha alcanzado el 7,4% interanual en Europa y el 9% en el Reino Unido. En este contexto, el BCE también se prepara para desenfundar el arma de la subida de los tipos de interés oficiales con el fin de reducir la inflación. Algunos de los miembros más agresivos del organismo de fijación de tipos del BCE proponen una subida de los tipos de interés de medio punto en julio. La presidenta Christine Lagarde ha señalado que la primera subida de tipos debería producirse en la próxima reunión de este verano, sin confirmar la magnitud del incremento. 

En un contexto de aversión al riesgo, la moneda europea sigue presionada frente al dólar. El par EUR/USD se hunde cada semana y se acerca a un soporte importante que se remonta a 2017 en 1,0341. Un nivel que podría actuar como soporte en la caída de la moneda única.