Se ha producido un repentino cambio de humor en los mercados del petróleo, sumidos en cuatro semanas consecutivas de caídas desde finales de octubre. En ese tiempo, el precio del crudo Brent ha caído de 90 a 80 dólares el barril, un giro sensacional en un momento en que las tensiones geopolíticas en Oriente Medio no cesan. Cabe señalar, sin embargo, que el conflicto entre Israel y Hamás es una incógnita cada vez menos preocupante en la medida en que no perturba el abastecimiento regional y mundial.

Por tanto, las preocupaciones bajan un peldaño en el frente geopolítico, pero resurgen por el lado de la demanda. De hecho, los inversores siempre han vigilado con cautela la dinámica de la demanda en un contexto en el que se les bombardea con rumores de una próxima recesión económica, razón por la cual tienden a reaccionar de forma exagerada ante el menor dato que confirme una ralentización de la demanda. Me refiero al aumento de los inventarios estadounidenses en las últimas semanas y a la disminución de los márgenes de refinado en Europa y Estados Unidos. La demanda china también sigue siendo motivo de preocupación, sobre todo porque China contribuye enormemente al crecimiento de la demanda mundial, pero hasta ahora las estadísticas publicadas por Pekín han sido bastante alentadoras. La producción industrial sigue creciendo vigorosamente sobre una base anual, al igual que las importaciones de crudo. La Agencia Internacional de la Energía ha revisado al alza su previsión de crecimiento de la demanda este año y en 2024, en gran medida gracias al apetito de China.

Además, los bajos precios podrían incitar a la OPEP, y a Arabia Saudí en particular, a intensificar sus recortes de producción. Riad podría ampliar sus cuotas de producción (en torno a 1 millón de barriles diarios) el año próximo, de nuevo con el objetivo de sostener los precios del crudo. El cártel del petróleo se reunirá en Viena el 26 de noviembre.