Empecemos por la política monetaria. La Reserva Federal de Estados Unidos ha desatado a sus halcones para enviar un mensaje claro a la comunidad financiera: la Fed seguirá subiendo los tipos a pesar de los primeros indicios de desaceleración de la inflación en Estados Unidos. En otras palabras, la actividad económica seguirá deteriorándose y, con ella, la demanda de petróleo.

Conviene referirse a las últimas previsiones de la OPEP, que ha vuelto a revisar a la baja sus previsiones de crecimiento de la demanda, del orden de 100.000 barriles diarios para este año. El cártel sigue siendo cauteloso sobre la evolución de la demanda debido a las incertidumbres geopolíticas y económicas. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) también ha pintado un panorama sombrío sobre el estado de la demanda. En su último informe mensual, el instituto señala "los crecientes vientos en contra de la economía". En términos de cifras, la AIE espera que la demanda crezca en 1,6 millones de barriles diarios (mbpd) en 2023, frente a los 2,1 mbpd de este año.

Finalmente, China está luchando por despertar. La reapertura del país se está viendo obstaculizada por el fuerte aumento de los casos de coronavirus en varias ciudades, una dinámica que no debería animar a Pekín a adoptar una política sanitaria más flexible. Hay que recordar que sólo China representa casi la mitad del crecimiento de la demanda previsto para 2023.

Gráficamente, los precios del Brent oscilan horizontalmente dentro de una amplia zona de consolidación entre 85 y 100 dólares. Por lo tanto, la configuración es neutral. Los compradores están apareciendo en la parte inferior del rango de negociación y, por el contrario, los vendedores están ganando la mano cerca del límite superior.