El país sudamericano lucha contra una de las tasas de inflación más altas del mundo, con una subida de los precios del 95% el año pasado, y contra una devaluación constante del peso, lo que significa que los argentinos y los turistas cargan a menudo con enormes pilas de billetes para realizar sus pagos.

El billete corriente más grande, el de 1.000 pesos, vale sólo 2,70 dólares en los mercados alternativos que la mayoría de la gente utiliza para cambiar divisas, incluso a través de las casas de cambio formales. La compra de dólares al tipo oficial está estrictamente limitada.

Dado que el nuevo billete de 2.000 pesos seguiría dejando a la moneda de mayor curso legal de Argentina como una de las de menor valor de la región, se está estudiando un billete de 5.000 pesos, según una fuente del banco central, aunque todavía no ha recibido la aprobación.

"La denominación de 2.000 pesos se integrará en la serie actual de pesos", dijo el banco central en un comunicado. No se refirió directamente a las crecientes presiones inflacionistas ni dijo cuándo entraría en el mercado el nuevo billete.

Los banqueros han expresado su preocupación por el coste de almacenar un volumen cada vez mayor de billetes en las cámaras acorazadas de los bancos, mientras que los consumidores y los turistas se quejan a menudo de tener que llenar las bolsas de dinero en efectivo para realizar incluso los pagos habituales.

La moneda de curso legal argentina ha perdido tanto valor en los últimos años que un artista local utiliza billetes para pintar sobre ellos porque son más baratos que un lienzo.