Por ello, el constructor aeronáutico estadounidense ha llevado a cabo una importante remodelación de la dirección, anunciando la salida de Ed Clark, vicepresidente del programa 737 y director general de la planta de Renton, donde se ensamblaba el avión que desprestigió al grupo. Este veterano de la empresa avala así públicamente la vergüenza, cuando sería más conveniente una amplia revisión de la estrategia.

Como hemos escrito regularmente en nuestras páginas (aquí, aquí y aquí), el problema fundamental de Boeing es que desde hace mucho tiempo da prioridad al rendimiento y a la rentabilidad de los accionistas por encima de la seguridad de sus aviones.

Así que, para poner buena cara, el fabricante de aviones intensifica sus muestras de buena voluntad. Mientras que el control de calidad de los aviones era responsabilidad exclusiva de la FAA (la autoridad aeronáutica estadounidense), ahora nos enteramos de que la remodelación va acompañada de la creación de un nuevo puesto: vicepresidente senior encargado del control de calidad en la unidad de aviones comerciales.

El grupo también ha abierto las puertas de sus instalaciones a los inspectores de las compañías aéreas clientes, y ha asegurado, reasegurado y confirmado su compromiso con la seguridad, con abundante vocabulario apropiado ("garantía, atención, exigencia"). ¿Bastarán estas medidas para restaurar la reputación del grupo (y apretar los cerrojos de las puertas - humor)?

Cabe señalar, no obstante, que David Calhoun, el Consejero Delegado que dirigió la estrategia para devolver la empresa a los accionistas, y su copiloto, el Director Financiero, seguirán en sus puestos. Al menos hasta nuevo aviso.

 

Dibujo de Amandine Victor