Estados Unidos vs. global (excepto Estados Unidos)

El mercado estadounidense ha superado al no estadounidense por una serie de razones perfectamente racionales. En primer lugar, el poder de los beneficios de las grandes empresas estadounidenses, su alcance mundial y su papel de liderazgo en la innovación tecnológica han sido los principales impulsores de este rendimiento superior. Las empresas estadounidenses, sobre todo en el sector tecnológico, han capitalizado las principales tendencias de crecimiento, como la inteligencia artificial, lo que las hace aún más atractivas para los inversores de todo el mundo. Las "7 magníficas", entre otras gigantes como Apple, Microsoft y Nvidia, han acaparado una parte desproporcionada de los flujos de inversión, contribuyendo a la subida de los índices estadounidenses. Además, este mercado goza de una prima de valoración notable con respecto a otros mercados, en reflejo de la confianza de los inversores en la solidez y el crecimiento continuo de su economía. La prima se justifica por un crecimiento económico más rápido frente a regiones como Europa y Japón, si bien la economía estadounidense crece a un ritmo más lento que algunos países en vías de desarrollo. Con todo, la relativa estabilidad política, el entorno normativo favorable y la gran liquidez del mercado estadounidense atraen al capital extranjero, lo que refuerza aún más su posición dominante.

El USD también desempeña un papel crucial en esta dinámica. Su alto valor en relación con otras divisas hace que los activos denominados en USD sean más atractivos, atrayendo flujos de capital hacia Estados Unidos. Una ventaja que se ve acentuada, además, por la política monetaria de la Reserva Federal que, a pesar de enfrentarse a retos como la inflación, sigue manteniendo un entorno favorable a la inversión.

Además, el país norteamericano representa una parte desproporcionada de los índices mundiales de renta variable, lo que lleva a los gestores de fondos a sobreponderar la renta variable de este país en sus carteras. Esta sobreponderación se justifica a menudo por el rendimiento histórico superior de la renta variable estadounidense, creando un círculo virtuoso según el cual la demanda sostenida de renta variable estadounidense alimenta su valoración. Sin embargo, esta superior rentabilidad no está exenta de riesgos. Las elevadas valoraciones de la bolsa estadounidense, sobre todo en el sector tecnológico, podrían dar lugar a la formación de una burbuja. Asimismo, la concentración de rentabilidad en un pequeño número de grandes capitalizaciones podría debilitar al mercado frente correcciones si estas empresas defraudan las expectativas de los inversores. El mejor desempeño del mercado estadounidense con respecto al no estadounidense es el resultado de una combinación de factores económicos, políticos, tecnológicos y financieros. No obstante, los inversores deben permanecer atentos a los riesgos potenciales asociados a las elevadas valoraciones y a la excesiva concentración de ganancias en un número limitado de empresas. La diversificación geográfica y sectorial podría resultar una forma inteligente de mitigar estos riesgos y aprovechar las oportunidades de otros mercados internacionales.

Pequeña capitalización vs. gran capitalización

Hay varias razones por las que las pequeñas capitalizaciones han tenido una rentabilidad inferior a las grandes en los últimos tres años. En primer lugar, las grandes empresas tecnológicas, a menudo clasificadas como big caps, han atraído una inversión desproporcionada, especialmente con el auge de la inteligencia artificial. Los colosos del sector tecnológico, las 7 magníficas mencionadas, han acaparado una proporción significativa de esos flujos de inversión, dejando en la sombra a las pequeñas capitalizaciones. Esta concentración en los grandes valores tecnológicos se ha visto exacerbada por la percepción de estas empresas como inversiones seguras, que combinan crecimiento, rentabilidad y estabilidad.

En segundo lugar, el coste del capital ha desempeñado un papel determinante. Las empresas de pequeña capitalización, que suelen estar más endeudadas que sus homólogas de mayor tamaño, han sufrido las consecuencias de la subida de los tipos de interés. En efecto, una parte importante de su deuda es a tipo variable, lo que las hace especialmente vulnerables a las fluctuaciones de los tipos. A modo de comparación, alrededor del 45% de la deuda de las empresas de pequeña capitalización es a tipo variable, frente a solo el 9% en el caso de las empresas del S&P 500. Esto ha lastrado sus resultados, pues los mayores costes de endeudamiento han reducido su capacidad para invertir y crecer.

Igualmente, el entorno macroeconómico ha favorecido a las grandes capitalizaciones. Las tensiones comerciales, especialmente entre Estados Unidos y Europa, crearon un clima de incertidumbre que animó a los inversores a favorecer los activos percibidos como más seguros, a menudo asociados a las grandes empresas. Las políticas proteccionistas, como las que está estudiando la administración Trump, también han acentuado esta tendencia, dado que las grandes empresas suelen tener una mayor capacidad de adaptación a los cambios normativos. Además, la desglobalización en curso ha provocado efectos dispares: aunque ha permitido a algunas empresas de pequeña capitalización, más centradas en los mercados locales, beneficiarse de la deslocalización de las cadenas de suministro, también ha limitado su acceso a los grandes mercados internacionales, frenando así su potencial de crecimiento. Sin embargo, este bajo desempeño de las pequeñas capitalizaciones podría brindar oportunidades de inversión. Históricamente, los periodos de baja rentabilidad prolongada de las pequeñas capitalizaciones han ido seguidos a menudo de importantes repuntes. Los recortes de los tipos de interés previstos por la Reserva Federal también podrían aliviar la carga de la deuda de las pequeñas capitalizaciones, haciéndolas más atractivas. Por otra parte, las pequeñas capitalizaciones cotizan actualmente con un descuento significativo respecto a las grandes, lo que podría atraer a los inversores en busca de valores infravalorados.

Por último, las pequeñas capitalizaciones ofrecen una bienvenida diversificación en una cartera a menudo dominada por grandes valores tecnológicos. Su potencial de crecimiento, aunque más arriesgado, sigue siendo atractivo, sobre todo en un momento en que las valoraciones de las grandes empresas están alcanzando niveles históricamente altos. Por lo tanto, los inversores prudentes podrían plantearse reequilibrar sus carteras para incluir más valores de pequeña capitalización, apostando por una posible remontada de estos valores a medida que cambie el ciclo económico.

Valoración relativa (PER prevista) de grandes capitalizaciones (S&P 500), capitalizaciones medias (S&P 400) y pequeñas capitalizaciones (S&P 600) estadounidenses 

Valoración relativa (PER prevista) de grandes capitalizaciones (S&P 500), capitalizaciones medias (S&P 400) y pequeñas capitalizaciones (S&P 600) estadounidenses

Crecimiento vs. valor

El estilo de valor ha obtenido peores resultados que crecimiento (sobre todo en Estados Unidos) durante la última década, por varias razones. En primer lugar, el auge de las grandes empresas tecnológicas ha desempeñado un papel fundamental. Estas, a menudo clasificadas como "de crecimiento", han disfrutado de un rápido aumento de sus ingresos y beneficios, atrayendo una atención y una inversión considerables. Mastodontes como Apple, Nvidia, Microsoft, Meta Platforms, Amazon, Tesla y Alphabet, han visto dispararse sus valoraciones gracias a su capacidad para combinar innovación, rentabilidad y seguridad de inversión. Esta dinámica se ha visto acentuada por el auge de la inteligencia artificial, que ha aupado a estas empresas a cotas sin precedentes. Al mismo tiempo, el estilo de valor, que se centra en empresas infravaloradas por el mercado, ha sufrido por la percepción de que ofrecen menos potencial de revalorización. Los inversores preferían optar por empresas con perspectivas de crecimiento más prometedoras, incluso a valoraciones elevadas. Esta preferencia por el crecimiento se ha visto reforzada por un entorno de bajos tipos de interés, que ha favorecido a las empresas que pueden generar fuertes flujos de caja y financiar su crecimiento a menor coste. Además, la pandemia de COVID-19 aceleró la transición digital y la adopción de tecnología, robusteciendo aún más la posición de las empresas de crecimiento. El confinamiento y el teletrabajo han estimulado la demanda de productos y servicios tecnológicos, y esto ha acentuado la divergencia entre los estilos de crecimiento y de valor.

Las empresas de pequeña capitalización, a menudo asociadas al estilo valor, también se han visto eclipsadas por los valores tecnológicos de gran capitalización. Las pequeñas capitalizaciones, aunque históricamente han obtenido mejores resultados a largo plazo, se percibían como más arriesgadas en un clima económico incierto. Sus mayores niveles de endeudamiento y su sensibilidad a los ciclos económicos disuadieron a los inversores, especialmente en un entorno en el que el coste del capital era crucial. Por último, la concentración de la rentabilidad bursátil en un pequeño número de grandes empresas exacerbó el bajo desempeño del valor. Los índices bursátiles, muy inclinados hacia estos gigantes tecnológicos, dispararon su rentabilidad global, enmascarando la debilidad relativa de los títulos de valor.

En resumen, el mal comportamiento del estilo de valor frente al crecimiento en Estados Unidos puede explicarse por el auge de las grandes empresas tecnológicas, un entorno de bajos tipos de interés favorable al crecimiento y una concentración de las ganancias en un pequeño número de actores. Para que valor recupere fuerza, es necesario un cambio de paradigma, de la mano tal vez de una rotación sectorial o un cambio en la coyuntura macroeconómica, como una subida de los tipos de interés o una ralentización del crecimiento de los gigantes tecnológicos.

Valoración relativa (PER prevista) del S&P 500 Value vs. S&P 500 Growth

Ponderaciones de valor y crecimiento en el S&P 500

Conclusión

¿Has oído hablar del sesgo de inmediatez? Es la tendencia de los inversores a dar demasiada importancia a sus experiencias recientes y a extraer tendencias generales a partir de ellas. En un principio, pueden basarse en hechos reales, pero pierden su relevancia una vez que se tienen en cuenta los fundamentos, lo que empuja las valoraciones mucho más allá de las previsiones más optimistas. El problema es que estas convicciones arraigan tan profundo que, cuando los fundamentos empiezan a cambiar (que casi siempre lo hacen), los inversores se quedan aferrados a una visión anticuada. Aunque los valores de crecimiento de gran capitalización en Estados Unidos hayan triunfado en los últimos años, no hay garantía de que vayan a hacer lo mismo en la próxima década. El crecimiento tiene que ser tan fuerte en el futuro como lo fue en el decenio anterior para merecer la valoración actual. De hecho, muchos expertos en valoración prevén rentabilidades muy bajas para el S&P 500 en el futuro, del orden del 3% anual hasta 2030.

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