PEKÍN, 11 ene (Reuters) - Los medios estatales chinos defendieron el miércoles como "razonables" las medidas de represalia contra Corea del Sur y Japón por sus restricciones de viaje frente al COVID-19, mientras que turistas chinos denunciaron en redes sociales el trato "insultante" de Seúl.

China reabrió sus fronteras el domingo después de tres años de aislamiento bajo el régimen de restricciones por COVID-19 más estricto del mundo, que Pekín empezó a desmantelar abruptamente a principios de diciembre tras unas protestas históricas.

La propagación sin control del coronavirus entre los 1.400 millones de habitantes de China tras el giro en 180 grados de la estrategia ha suscitado la preocupación de algunos Gobiernos extranjeros por la magnitud y el impacto del brote y la Organización Mundial de la Salud ha afirmado que no se notifican todas las muertes.

Por primera vez, las autoridades sanitarias chinas --que durante el último mes han informado de cinco o menos muertes al día, cifras que no concuerdan con las largas colas que se ven en las funerarias-- no comunicaron el martes los datos de víctimas mortales por COVID-19.

El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China y la Comisión Nacional de Salud del país no respondieron inmediatamente a las solicitudes de comentarios.

Más de una docena de países, entre ellos Estados Unidos, Australia y algunos miembros de la Unión Europea, impusieron a principios de año requisitos de resultados negativos en las pruebas previas a la salida a los visitantes procedentes de China.

Entre ellos, Corea del Sur y Japón también han limitado los vuelos y exigen pruebas a la llegada y los pasajeros que dan positivo son enviados a cuarentena. En Corea del Sur, la cuarentena corre a cargo del viajero.

En respuesta, las embajadas chinas en Seúl y Tokio dijeron el martes que habían suspendido la expedición de visados de corta duración para viajeros a China y el Ministerio de Asuntos Exteriores tachó de "discriminatorios" los requisitos de las pruebas.

China exige resultados negativos a los visitantes de todos los países.

El tabloide nacionalista estatal Global Times defendió las represalias de Pekín como una "respuesta directa y razonable para proteger sus propios intereses legítimos, sobre todo después de que algunos países sigan exagerando la situación epidémica de China imponiendo restricciones a los viajes con fines de manipulación política".

El ministro surcoreano de Asuntos Exteriores, Park Jin, dijo que la decisión de Seúl se basaba en pruebas científicas y que las contramedidas de China eran "profundamente lamentables".

Japón presentó una protesta a China por sus medidas.

"INSULTANTE"

La ira china en redes sociales se dirigió principalmente contra Corea del Sur, cuyas medidas fronterizas son las más estrictas entre los países que anunciaron nuevas normas.

Vídeos que circularon por internet mostraron carriles especiales coordinados por soldados uniformados para las llegadas desde China al aeropuerto, en los que los viajeros recibían cordones amarillos con códigos QR para procesar los resultados de las pruebas.

Un usuario de la red social china Weibo, similar a Twitter, dijo que señalar a los viajeros chinos era "insultante" y similar a "personas tratadas como criminales y paseadas por las calles".

Global Times reservó un artículo aparte para Corea del Sur, afirmando que las medidas hacían sospechar a los chinos que Seúl estaba montando un "espectáculo político".

El gasto anual de los turistas chinos en el extranjero alcanzó los 250.000 millones de dólares antes de la pandemia, con Corea del Sur y Japón entre los principales destinos de compras.

Los repetidos confinamientos patronales en China durante el último año han golpeado a la segunda economía mundial. El Banco Mundial dijo el martes que el crecimiento de China en 2022 se desplomó hasta el 2,7%, su segundo ritmo más lento desde mediados de la década de 1970, después de 2020.

Predijo un repunte al 4,3% para 2023, pero esta cifra es 0,9 puntos porcentuales inferior a la previsión de junio debido a la gravedad de las interrupciones por el COVID-19 y al debilitamiento de la demanda externa.

MEDICAMENTOS CONTRA EL COVID-19

Muchos chinos han perdido ingresos durante los confinamientos del año pasado, pero ahora están desembolsando grandes sumas de dinero en lo que los medios locales han descrito como un emergente mercado clandestino de medicamentos contra el COVID-19 en medio de la grave escasez de antivirales en el país.

China está trabajando para añadir nuevos fármacos a su arsenal de lucha contra el COVID-19, como el Paxlovid de Pfizer y el fármaco oral molnupiravir de Merck.

Merck llegó a un acuerdo con la empresa china Sinopharm para importar y distribuir el medicamento. La empresa china dijo que el medicamento podría estar listo para su venta antes del Año Nuevo Lunar, según medios locales.

Especuladores cobran hasta 50.000 yuanes (7.389,24 dólares) por una caja de Paxlovid, más de 20 veces su precio original, según medios chinos.

El consejero delegado de Pfizer, Albert Bourla, dijo el lunes que la empresa estaba en conversaciones con las autoridades chinas sobre el precio del Paxlovid, pero no sobre la concesión de licencias para una versión genérica en China.

El repentino desmantelamiento del régimen chino de "cero contagios" también ha desbordado los hospitales y crematorios de todo el país.

Aunque los expertos sanitarios internacionales han pronosticado al menos un millón de muertes relacionadas con el COVID-19 este año, China ha notificado poco más de 5.000 desde que comenzó la pandemia, una fracción de lo que han notificado países mucho menos poblados al reabrir sus puertas.

China afirma que ha sido transparente con sus datos.

Los medios estatales afirmaron que la oleada de COVID-19 ya había superado su pico en las provincias de Henan, Jiangsu, Zhejiang, Guangdong, Sichuan y Hainan, así como en las grandes ciudades de Pekín y Chongqing, que suman más de 500 millones de habitantes.

(1 dólar estadounidense = 6,7666 yuanes chinos renminbi)

(Información adicional de la redacción de Pekín y Elaine Lies en Tokio; escrito por Marius Zaharia; editado en español por Benjamín Mejías Valencia)