Pero el famoso malapropismo del célebre jugador de béisbol, también expresado de forma similar por otros, probablemente se aplica tanto a la predicción de las perspectivas de las acciones, los bonos y las divisas como a cualquier otra cosa, como pusieron de relieve los tumultuosos acontecimientos de 2022.

Los analistas de Wall Street son notoriamente optimistas. Algunos dirán que se debe a los honorarios de banca de inversión que sus empleadores reciben de las empresas constituyentes del S&P 500, y porque ser optimista es mejor para hacer negocio.

Además, los mercados bursátiles suelen subir, por lo que los años bajistas son, por definición, sorpresas. Sin embargo, es precisamente ahí donde los clientes pueden esperar razonablemente que sus expertos en gestión de fondos y bancos de inversión, tan bien remunerados, se ganen el pan.

Los desplomes son difíciles de cronometrar, pero suelen seguir a una lenta acumulación de desequilibrios financieros, a la subida de los tipos de interés o a desencadenantes específicos: la Gran Depresión, las crisis del petróleo de los 70, la quiebra de las puntocom, Lehman.

Algunos de los mayores desplomes de los que se tiene constancia -el lunes negro de octubre de 1987 o la caída en picado de marzo de 2020- ni siquiera se registran en el marcador anual y acaban subsumidos en años "alcistas". El poder de recuperación de los inversores en renta variable es fuerte.

También lo es su optimismo, lo que puede explicar por qué los analistas casi siempre predicen que el año que viene será bueno. Este año no ha sido una excepción.

Una encuesta realizada por Reuters a 45 analistas el 1 de diciembre de 2021 mostró que la mediana de las previsiones para finales de 2022 para el S&P 500 era de 4910 puntos, lo que en el momento de la publicación se traducía en una subida del 7,5%.

La mediana de las previsiones de crecimiento de los beneficios era ligeramente inferior al 8%.

En estos momentos, el S&P 500 se encuentra por debajo de los 4000 puntos, con un descenso del 17% en lo que va de año y en camino de sufrir una de sus mayores caídas en 80 años. Se prevé que el crecimiento de los beneficios del cuarto trimestre sea negativo.

Es cierto que casi nadie previó la invasión rusa de Ucrania en febrero, el caos desatado en los mercados de materias primas y energía y el estallido de la inflación mundial. Obviamente, eso supuso un duro golpe para las acciones y los activos de riesgo.

Pero las presiones sobre los precios ya eran un peligro claro y presente el año pasado por estas fechas: las cadenas de suministro mundiales estaban atascadas y el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, y la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dijeron con pocos días de diferencia que la inflación ya no era "transitoria".

Incluso después de que la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero llevara la guerra a las puertas de Europa, la confianza de Wall Street -algunos dirían que la arrogancia- seguía viva. Una encuesta de Reuters a finales de mayo mostró que la mediana de las previsiones para finales de 2022 para el S&P 500 era de 4400 puntos, lo que reflejaba una ganancia del 11,7% en ese momento.

TODAVÍA OPTIMISTAS

Tal es la naturaleza del juego de las previsiones macroeconómicas y de mercado, que si uno va a equivocarse más vale que espere que un número suficiente de sus homólogos también lo haga. Es seguro decir que esto es lo que ha ocurrido este año.

Jim Reid, de Deutsche Bank, señaló el miércoles que sólo el 19% de los 750 encuestados -en su mayoría clientes- en la encuesta de fin de año 2021 del banco pensaban que el S&P 500 registraría una rentabilidad negativa este año, y sólo el 3% predijo un descenso superior al 15%.

Eso a pesar de que los encuestados dijeron correctamente que los dos mayores riesgos para 2022 eran "una inflación superior a la prevista" y "un agresivo ciclo de endurecimiento de la Fed".

Pero incluso entonces, casi nadie predijo con exactitud la fuerza de la inflación y la respuesta de la Fed: sólo el 2% de los encuestados pensaba que la inflación de los precios al consumo en EE.UU. se situaría por encima del 7% a finales de este año, y la estimación mediana de subida de tipos fue de 50 puntos básicos.

Sus previsiones para el mercado de bonos estadounidense estaban aún más lejos de la realidad - sólo el 2% de los encuestados predijo que el rendimiento del Tesoro a 10 años terminaría este año por encima del 3,0% y sólo cuatro individuos pensaban que estaría por encima del 3,5%. Actualmente es del 3,48%.

"Si usted era alguna de esas cuatro personas de un total de 750, por favor, envíeme un correo electrónico para contarme sus predicciones para los próximos 12 meses", bromeó Reid en una nota el miércoles.

Nadie sabe lo que depara 2023, pero las perspectivas generales para Wall Street vuelven a ser bastante halagüeñas. Una encuesta de Reuters entre 41 estrategas publicada el 29 de noviembre mostró que el S&P 500 terminará el próximo año en 4200, un 6,8% más que al cierre del miércoles.

Los analistas de Citi, sin embargo, consideran que el consenso es demasiado optimista, ya que los precios actuales de la bolsa estadounidense implican un crecimiento de los beneficios el año que viene de alrededor del 4%.

Afirman que se avecina una recesión de beneficios, y señalan que la caída media de los beneficios durante las anteriores recesiones del último medio siglo es del 28%. Que tengan cuidado los alcistas.

(Las opiniones expresadas aquí son las del autor, columnista de Reuters).

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