Este año, Rusia va camino de registrar un superávit por cuenta corriente récord después de que sus importaciones de bienes y servicios cayeran debido a las sanciones occidentales, mientras que los altos precios mundiales de las materias primas impulsaron sus ingresos por exportación.

Las exportaciones, y no la compresión de las importaciones, son las responsables de la mayor parte de la subida, según el Instituto de Finanzas Internacionales.

Tras una fuerte reducción, las importaciones se están recuperando gradualmente, según el banco central. Con la entrada en vigor de un tope del precio del petróleo y un embargo de las exportaciones, es probable que el superávit disminuya en 2023.

Esa caída podría ejercer una mayor presión sobre la economía rusa, ya lastrada por la moderación de la demanda de los consumidores, la caída de los ingresos disponibles y el impacto de la orden de movilización parcial del presidente Vladimir Putin sobre el número de trabajadores.

El gobierno expresó esta semana su preocupación por que la escasez de mano de obra en todo el país pueda socavar cualquier posibilidad de que Rusia logre una recuperación económica sostenida en los próximos meses.

"El factor que empeorará significativa y radicalmente la situación el próximo año es la movilización", declaró Evgeniy Nadorshin, economista jefe de PF Capital, en una conferencia sobre el mercado de deuda.

La economía rusa está abocada a una caída de la productividad, y se espera que también desciendan el consumo y las inversiones, afirmó Nadorshin, que pronosticó una contracción económica del 5-10% en 2023.

"Nos enfrentamos, en el mejor de los casos, a la segunda crisis más dura del siglo XXI", añadió. "El consumo interno y el PIB están sufriendo un retroceso de 10 años o más y no veo perspectivas de crecimiento cuando termine la recesión".

Funcionarios y analistas han ido mejorando gradualmente las previsiones del PIB para 2022, sugiriendo que las restricciones impuestas contra Moscú por sus acciones en Ucrania provocarán una contracción menos repentina, pero más prolongada de lo que se esperaba en un principio.

Los economistas del Banco Alfa estimaron este mes el descenso del PIB en un 6,5% el año próximo, anticipando caídas de la demanda y la inversión. El Ministerio de Economía prevé una contracción del 0,8%.