FRÁNCFORT, 6 dic (Reuters) - La inflación de la zona del euro podría haber tocado techo, pero disminuirá tan lentamente que podrían pasar años antes de que vuelva al objetivo del 2% del Banco Central Europeo, lo que mantendrá la presión sobre el BCE para que endurezca su política monetaria hasta bien entrado 2023.

Tras subir los tipos de interés en un histórico total de 200 puntos básicos desde julio, el BCE ya ha dado un paso de gigante para controlar la inflación de la eurozona, que alcanzó el 10,6% en octubre antes de bajar el mes pasado al 10,0%, todavía cinco veces por encima del objetivo.

Sin embargo, las presiones inflacionistas siguen siendo abundantes: los precios de la energía siguen por las nubes, el desempleo está en mínimos históricos y el crecimiento salarial se acelera.

Las medidas de estímulo de los distintos países de la región suponen un obstáculo al endurecimiento de la política monetaria del BCE, y una parte excesiva de la subida de los precios de la energía se ha filtrado a la economía en general a través de efectos secundarios, alimentando el crecimiento subyacente de los precios.

Por otra parte, la recesión, que se esperaba aliviara las presiones inflacionistas, parece ahora más leve de lo que se temía.

Todo ello sugiere que la inflación retrocederá lentamente desde sus máximos históricos en los primeros meses de 2023, y que la inflación subyacente, más vigilada por algunos responsables de la política monetaria del BCE que la cifra principal, se mantendrá obstinadamente alta.

"Es improbable que la tasa de inflación subyacente alcance su nivel máximo hasta mediados de 2023 y sólo descenderá lentamente a partir de entonces", afirmó Christoph Weil, economista de Commerzbank. "En este contexto, el objetivo del BCE de situar la tasa de inflación (en el objetivo del 2%) de forma sostenible parece muy lejano".

Si la desinflación resulta demasiado lenta, las empresas y los consumidores podrían perder la confianza en el compromiso del BCE y ajustar su comportamiento en materia de fijación de salarios y precios para reflejar una mayor inflación, perpetuando el rápido crecimiento de los precios.

Aunque esto aún no ha ocurrido, las expectativas de inflación a largo plazo son incómodamente altas y siguen tendiendo al alza. Un indicador de referencia basado en el mercado, citado a menudo por el BCE, se sitúa ahora en el 2,4%, muy por encima del objetivo del 2%, y ha subido incluso a medida que se endurece la política monetaria.

Las nuevas previsiones del BCE, que se publicarán la próxima semana, muestran una inflación por encima del objetivo hasta 2024 y sólo caerá al 2% en 2025.

"Los efectos secundarios impulsarán la inflación el año que viene y en 2024", declaró Philip Lane, economista jefe del BCE.

¿UNA RECESIÓN DEMASIADO SUAVE?

Una recesión iba a aliviar en parte las presiones sobre los precios, pero la desaceleración podría ser más benigna de lo que se temía, según sugieren una serie de indicadores recientes, desde los datos de confianza hasta las cifras de producción.

Las instalaciones de almacenamiento de gas están llenas, por lo que es improbable que se produzca un racionamiento energético, y los Gobiernos están ayudando a los hogares y las empresas mediante subvenciones. Los cuellos de botella en el suministro, que impulsaron la inflación cuando las economías salieron de la pandemia, están remitiendo.

"La situación actual sigue siendo grave, pero las empresas y los hogares ven ahora la luz al final del túnel y se muestran más optimistas de cara al futuro", declaró Katharina Koenz, de Oxford Economics. "Un mercado laboral robusto debería ayudar a los hogares a sobrellevar la continua presión de los precios de la energía".

El boyante mercado laboral puede ser un problema.

Con un 6,5%, el desempleo se encuentra en mínimos históricos, ya que las empresas, muy conscientes de lo difícil que fue reincorporar trabajadores tras el COVID-19, evitan despedir gente.

"Creemos que las empresas se mostrarán reacias a despedir trabajadores, ya que en los últimos trimestres han tenido dificultades para contratar", afirma Raphael Brun-Aguerre, de JP Morgan.

El crecimiento salarial, condición previa para una inflación duradera, se acelera mientras tanto, lo que plantea un dilema a los responsables de política monetaria.

Después de que la rápida subida de los precios al consumo de este año redujera los ingresos reales, es necesario recuperar el terreno perdido. Pero no es evidente que, tras unos años de crecimiento por encima de la tendencia, la fijación de salarios vuelva a situarse en línea con el objetivo del BCE.

"Es probable que el crecimiento salarial se sitúe en torno al 4% a finales de este año y se mantenga así el próximo", afirmó Bank of America Merrill Lynch. "Los partidarios del endurecimiento intentarán tachar eso de prueba de efectos secundarios de la inflación. No nos convence".

Sumadas, las presiones en curso sugieren que el BCE está lejos de haber terminado con las subidas de tipos y que su tipo de depósito del 1,5% aún podría duplicarse antes de terminar su trabajo.

"Creo que empezar a hablar de dónde vamos a acabar es probablemente prematuro y puedo ver escenarios en los que vamos más allá del 3%", dijo a Reuters en una entrevista Gabriel Makhlouf, responsable de la política monetaria del BCE y del banco central irlandés, refiriéndose a los precios del mercado que apuntan a un tipo máximo justo por debajo del 3%

(Reporte adicional de Padraic Halpin en Dublín; Edición de Catherine Evans, editado en español por José Muñoz en la redacción de Gdansk)