Por Sam Goldfarb 
    THE WALL STREET JOURNAL 
 

La caída que viene produciéndose desde hace meses en las rentabilidades de la deuda ejemplifica la creencia de los inversores de que la inflación no es el mayor problema que tiene ante sí la economía estadounidense y la del resto del mundo.

Las agresivas ventas del lunes en los principales índices bursátiles estadounidenses pusieron de manifiesto la creciente preocupación de los inversores por que el riesgo más grande para los mercados en este momento es el decepcionante crecimiento, más que las desaforadas subidas de precios que se temían este año. Al mismo tiempo, muchos inversores creen que las cifras de inflación podrían ser elevadas durante un periodo para luego relajarse o llevar a la Reserva Federal a incrementar los tipos de interés y frenar la recuperación.

El rendimiento de los valores del Tesoro estadounidense a 10 años cerró el martes en el 1,208%, según Tradeweb, ligeramente por encima del nivel del lunes, pero por debajo del 1,3% del viernes y su máximo de 2021 del 1,749% alcanzado en marzo.

Las rentabilidades, que suben cuando los precios de los bonos descienden, repuntaron fuertemente este año, impulsadas por las apuestas a que la economía estadounidense llegaría al pleno empleo con una velocidad considerable gracias a una recuperación económica respaldada por la vacunación y un gasto público notable.

Además, hay que tener en cuenta las declaraciones de los miembros de la Fed que apuntaban a que no subirán los tipos de interés hasta que la inflación supere el objetivo del 2% durante un periodo de tiempo continuado. Eso ha reforzado la confianza de los inversores en que el banco central estadounidense dejará que la economía se acelere, creando una inflación sostenida que posteriormente podrá controlar con oportunas alzas de tipos.

El decepcionante informe laboral de mayo ayudó a agitar a la corriente predominante de expectativas. Aunque la contratación ha aumentado en los meses posteriores, se ha mantenido por debajo del ritmo de un millón al mes que muchos anticipaban. Por su parte, la aparición de las variantes del coronavirus ha erosionado el optimismo sobre la perspectiva de la economía mundial.

"La opinión de que esperábamos tener más diversión en este punto es relevante", comenta Steve Englander, responsable de análisis de divisas del G10 y de estrategia macroeconómica en Norteamérica de Standard Chartered.

Los inversores este año preveían una creación de empleo desproporcionada y estaban contentos con el ritmo de vacunación, añade. Pero llegado junio, los datos del mercado laboral habían defraudado y los inversores "aún veían casos positivos de Covid-19".

El retroceso de las rentabilidades ha sorprendido a muchos, en parte porque coincide con unos datos que reflejan una aceleración de la inflación. Esto se ha visto de nuevo este mes, cuando el Departamento de Empleo estadounidense dijo que el Índice de Precios de Consumo se incrementó un 5,4% en junio respecto al mismo periodo del año pasado, la tasa a 12 meses más alta desde agosto de 2008.

Con frecuencia, una inflación más acelerada se traduce en tipos de interés más altos y mayores rentabilidades de bonos. Muchos inversores, sin embargo, han restado importancia a eso porque creen que está condicionado por una comparativa respecto a precios muy deprimidos el año pasado y sesgado por las interrupciones en las cadenas de suministro como consecuencia de la reapertura de la economía.

Si acaso, los informes de inflación han ayudado a que las rentabilidades a largo plazo bajen azuzando el temor a que el banco central podría aumentar los tipos de interés demasiado rápido y dañar a la economía. Algunos analistas también han mostrado preocupación por que una escalada acusada de los precios de los consumidores podrían ralentizar el crecimiento al perjudicar al gasto de los hogares.

Los indicadores de expectativas de inflación a largo plazo en realidad han descendido en los últimos meses. La tasa de inflación implícita a 10 años, que muestra las apuestas de los inversores sobre la inflación media anual en la próxima década, era del 2,24% el lunes, frente al 2,54% en mayo, según los datos de la Reserva Federal. Esta tasa se basa en el interés adicional que exigen los inversores para tener valores del Tesoro frente a bonos protegidos contra la inflación.

Un factor que está detrás de la caída de las rentabilidades es la opinión de que la inflación en su forma actual es un "impuesto al consumo... no la prueba de una economía saludable que se sobrecalienta", explica Ian Lyngen, responsable de tipos de Estados Unidos de BMO Capital Markets.

A medida que las rentabilidades han caído en los últimos meses, muchos inversores también han argumentado que ese descenso ha sido provocado más por factores idiosincráticos como la demanda de pensiones y bancos centrales extranjeros que por una reevaluación fundamental de la perspectiva de la economía.

Respaldando esa idea, los inversores han seguido comprando activos de riesgo, impulsando a los índices bursátiles hasta niveles récord y llevando las rentabilidades de los bonos empresariales a nuevos mínimos. Bajo la superficie, no obstante, algunos analistas advierten signos de preocupación incluso en las bolsas, ya que los inversores cada vez se decantan más por acciones de grandes firmas tecnológicas frente a las que son más sensibles a la evolución de la economía.

Una posible consecuencia del rally de los bonos es que las menores rentabilidades de la deuda, con todo lo demás igual, pueden ayudar a propulsar los precios de las acciones al reducirse los costes financieros de las empresas y al animar a los inversores a comprar activos de mayor riesgo en busca de rendimientos superiores.

Muchos inversores, sin embargo, siguen creyendo que las rentabilidades al final recuperarán terreno, sosteniendo que la subida de los bonos ha ido más allá de los fundamentales económicos.

-Escriba a Sam Goldfarb a sam.goldfarb@wsj.com

Versión española de Carlos López Perea carlos.perea@dowjones.com

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July 21, 2021 06:58 ET (10:58 GMT)