Digamos que en el siglo XXI, una empresa bien valorada es aquella que se centra en un negocio principal. Una definición empírica de un conglomerado lo describiría como un grupo formado por varias empresas que tienen pocas o ninguna sinergia operativa entre ellas. Los defensores de los conglomerados argumentan que permiten mejorar las condiciones de financiación, optimizar la asignación de capital o reducir el riesgo (debido a la diversificación). Los críticos señalan la falta de transparencia, los elevados costes de gestión, el riesgo de crecimiento externo constante y muchos otros factores. En definitiva, falta de sinergias e ineficiencia estructural.
 
Pero el golpe final lo dio el mal comportamiento bursátil de los distintos conglomerados emblemáticos, cuyos accionistas clamaban por su disolución. Después de Siemens, ABB, United Technologies y otros, le toca a General Electric cruzar el Rubicón. El negocio sanitario se separará en 2023, mientras que las entidades relacionadas con la energía se fusionarán y dividirán en 2024. La "nueva" GE se centrará en la aviación, en particular en los motores de avión. El coste del divorcio se estima en 2.000 millones de euros. En cuanto a Toshiba, también se prevé una división a tres bandas, en 2024.
En Europa, se han construido y deconstruido varios conglomerados en los últimos cuarenta años. Me viene a la mente Alcatel-Alsthom, o más recientemente Vivendi durante la era de Jean-Marie Messier. Todavía existen. LVMH, Nestlé, Unilever y Bouygues, por ejemplo, está presente en la construcción, la telefonía y los medios de comunicación, y Bolloré, cuyas actividades van desde las infraestructuras portuarias hasta los medios de comunicación, la energía y la movilidad.
Para más detalles, puede consultar la "World Press Review" en nuestra sección MarketScreener en inglés aquí
Dibujo: Amandine Victor