La contienda enfrenta a un populista nacionalista con un programa respaldado por los conservadores cristianos contra un ex líder sindical y presidente del país durante dos mandatos (2003-2010) que fue encarcelado por corrupción hasta que sus condenas fueron anuladas.

"Nuestro país no quiere más corrupción, quiere orden y prosperidad", dijo Bolsonaro, un ex capitán del ejército, a una multitud a primera hora de la tarde del martes en Juiz de Fora, donde fue apuñalado durante la campaña de 2018 que lo llevó al poder sobre una ola de sentimiento anti-Lula.

Sus partidarios interrumpieron su discurso coreando "Lula ladrón".

Lula, a sus 76 años, nueve más viejo que su rival, arrancó su campaña con una parada en las puertas de la fábrica de automóviles Volkswagen en la industrial Sao Bernardo dos Campos, en las afueras de Sao Paulo, donde se convirtió en un líder sindical en la década de 1970 que abogaba por mejores salarios a pesar de la represión bajo la dictadura militar.

En un vídeo publicado en las redes sociales a primera hora del martes, Lula dijo que el hambre había vuelto a Brasil bajo el mandato de Bolsonaro y que la inflación estaba golpeando a las familias que no pueden sobrevivir con los salarios mínimos.

"Vamos a tener mucho trabajo para reconstruir este país", dijo al lanzar su candidatura para volver al cargo. "Quiero ser presidente para volver a cambiar la vida de la gente, porque tal como está, ya nadie puede soportarlo", publicó.

Lula tiene una ventaja de dos dígitos en la mayoría de las encuestas de opinión para la votación del 2 de octubre, y su ventaja sobre Bolsonaro aumenta en las simulaciones de una esperada segunda vuelta el 30 de octubre.

Una encuesta realizada el lunes por la investigadora IPEC, antes conocida como IBOPE, mostraba a Lula con un 44% de apoyo de los votantes frente al 32% de Bolsonaro en la primera vuelta, en la que está muy por delante de otros 10 candidatos. En una segunda vuelta, Lula sería elegido por el 51% de los votos frente al 35% de Bolsonaro, una diferencia de 16 puntos.

El sondeo dice que el 57% de los brasileños desaprueba la forma en que Bolsonaro gobierna el país, y el 37% la aprueba.

Aun así, Bolsonaro ha reducido la ventaja de Lula en las últimas semanas aumentando el gasto en asistencia social para los brasileños pobres y presionando a la petrolera controlada por el Estado, Petrobras, para que baje el precio de los combustibles, un factor importante en el aumento de la inflación.

El martes por la noche, Lula y Bolsonaro estarán en la misma sala -por primera vez en años- en la toma de posesión del juez del Tribunal Supremo Alexandre de Moraes para dirigir la autoridad electoral de Brasil, el Tribunal Superior Electoral.

Moraes, un crítico del presidente, ha liderado investigaciones sobre noticias falsas difundidas como herramienta política por el círculo íntimo de Bolsonaro. Se espera que defienda con firmeza el sistema de votación electrónica de Brasil que, según Bolsonaro, es vulnerable al fraude.