Por ello, el Presidente de la Cámara de Representantes de EE.UU. visitó esta semana Taiwán, una isla frente a la costa de China cuya independencia el Reino Medio no reconoce y que sigue considerando una extensión extracontinental de su territorio. Llegó allí como amiga para afirmar el apoyo de Estados Unidos a esta democracia de 24 millones de habitantes. 

Y no le gustó. La visita del anciano de 82 años desató la ira de Xi Jinping y provocó toda una serie de manifestaciones militares intimidatorias y varoniles en torno a Formosa (como se conocía a Taiwán en el siglo XX). 

A Xi Jinping no le gusta que la gente se meta en sus asuntos. Así que Xi Jinping, de 73 años, se enfadó mucho, blandiendo amenazas y reprimendas, y enviando aviones de combate y personal militar para rodear la isla, que está a apenas 20 kilómetros de la costa. Una buena demostración del poder del Imperio. 

¿Pero es Nancy realmente una amenaza? ¿Y está Taiwán en condiciones de tomar represalias ante un posible ataque de China, un país con una población de 1.402 millones de habitantes en 2020? La verdad es que no. De hecho, la estrategia de China se basaría en la intimidación a largo plazo, que acabaría por aislar a Taiwán de todos sus partidarios, hasta que China sólo tenga que recoger la fruta madura, justo antes de que se caiga sola de su rama.