Dos países clave de la zona, Francia e Italia, parecen haber avanzado poco en su gestión presupuestaria desde la crisis de la deuda soberana de hace algo más de diez años, a diferencia de países como España, Portugal y Grecia, que han saneado espectacularmente sus finanzas públicas. Si a esto se añade el retraso del BCE en derogar su política monetaria ultraacomodaticia, mientras que la FED parece decidida a cambiar su política, y la tradicional posición de "huida hacia la seguridad*" adoptada por los inversores, que prefieren precipitarse hacia el dólar estadounidense cuando el contexto internacional se deteriora, se obtiene una espectacular caída del euro frente al dólar. Las dos monedas cotizan ahora en paridad, mientras que en el ciclo largo, el equilibrio natural se situaba en torno a 1,2/1,3USD por 1EUR.

Miedo a lo peor 

El BCE se encuentra en una situación imposible. Si sube los tipos de interés, pone a varios Estados europeos en una situación presupuestaria imposible, Francia en primer lugar, ya que el presupuesto del Estado sigue siendo incurablemente deficitario y sólo podría soportar con gran dificultad un aumento de la carga de los intereses.

Si el Banco Central Europeo mantiene una política acomodaticia, como ha decidido hacer por el momento, a pesar del anuncio de una tímida inflexión, fomenta la inflación y ejerce una presión insoportable sobre los ciudadanos en un contexto político frágil.

Dicho esto, la subida del dólar está perjudicando a algunos países emergentes más que a los de la zona euro. Aumenta el coste de las importaciones de alimentos y energía. La eurozona es en gran medida autosuficiente en alimentos, por lo que el principal problema es la energía. En cambio, muchos países emergentes tienen que importar tanto alimentos como energía, que pagan en dólares. En algunos de estos países, la inflación incontrolada ya está creando disturbios por alimentos.

Además, varios de estos países emergentes con monedas estructuralmente débiles se endeudan en los mercados internacionales en dólares para financiar su desarrollo... Así, además del coste de las importaciones, la subida del dólar aumenta drásticamente el coste de su carga de intereses. Incluso cuando esto no conduce a la insolvencia, limita su acceso a la financiación internacional, con consecuencias directas para sus programas de inversión y su crecimiento económico.

Esto, a su vez, repercute en la economía mundial al deprimir la demanda de los mercados emergentes; también en este caso la subida del dólar tiene un efecto adverso en los países de la eurozona. En resumen, estamos asistiendo a una repetición casi perfecta de la crisis asiática de 1997, aunque es razonable suponer que esto no habrá escapado a la atención del FMI, que por lo tanto tomará las medidas adecuadas para evitar el contagio o al menos amortiguar el choque.

Un dólar fuerte en lugar de un euro débil

Si analizamos la situación en detalle, no es tanto el euro el que está débil, sino más bien el dólar el que está fuerte (por las razones expuestas anteriormente: subida de tipos y huida hacia la seguridad). En realidad, el euro se mantiene bien frente a otras monedas fuertes (la corona sueca o noruega y el franco suizo, en particular) porque los bancos centrales pretenden mantener políticas de paridad a largo plazo para no perturbar el comercio. A pesar de todas las preocupaciones en el viejo continente, el euro se defiende bastante bien por el momento. En realidad, es el dólar el que está explotando, probablemente porque, por el momento, sólo la FED ha endurecido su política monetaria, mientras que la UE y Japón tienen la cabeza en la arena. 

Pero volvamos al par EUR/USD más estrictamente. Se suele decir que una moneda más débil es buena para los exportadores (siempre que sus principales salidas no estén embargadas, es decir, que los mercados emergentes no estén en crisis) y mala para los importadores. Por lo tanto, los grandes ganadores serán los grupos con estructuras de costes en euros pero con mucha facturación internacional en dólares. Por el contrario, los grandes perdedores serán los grupos con estructuras de costes en USD pero con mucha facturación en la zona euro en EUR.

 

Fuente: MarketScreener

Un impacto desigual

En realidad, es bastante difícil ver esto con claridad. Por ejemplo, se puede facturar en dólares, pero si la estructura de costes también está en dólares, el efecto se neutraliza. Está bastante claro que grupos como LVMH o Hermès pueden beneficiarse de este nuevo paradigma, o que empresas energéticas como Uniper o cementeras como LafargeHolcim o Vicat, por ejemplo, pueden sufrir, pero es bastante difícil sacar conclusiones.

Es importante subrayar que el impacto de la depreciación del euro frente al dólar está posiblemente más atenuado de lo que pensamos, sobre todo porque el impulso de la actividad exportadora compensa el encarecimiento de ciertas importaciones. François Villeroy de Galhau, director del Banco de Francia, que también forma parte del consejo ejecutivo del BCE, calcula que cada vez que el euro se deprecia un 10% frente al dólar, añade un 0,2% adicional a la inflación. Un impacto limitado.

Además, la situación presenta una importante ventaja* para el euro como moneda de referencia, sobre todo para los países emergentes, que se ven más tentados a operar en euros cuando es posible si es más accesible que el dólar.

¿Es sostenible la paridad? Probablemente no porque, a menos que quiera seguir el camino de Japón, el BCE tendrá que ajustar pronto su política monetaria. Además, Estados Unidos no ve con buenos ojos una EUR que se vuelva así demasiado competitiva. Todos recordamos las declaraciones de Trump -que, más allá de la caricatura del personaje, al menos tenían el mérito de decir en voz alta lo que todo el mundo piensa- acusando al BCE de manipular "inevitablemente" el euro a la baja frente al dólar para estimular la competitividad internacional de los países de la zona euro. De hecho, a largo plazo, todo el mundo parece estar interesado en volver a la tasa media de 1,2/1,3 USD por 1 EUR que garantizaba el equilibrio económico y geopolítico.

¿Qué podemos concluir de todo esto? En primer lugar, que es muy difícil sacar conclusiones fiables sobre el impacto real de las variaciones del par EUR.USD. En segundo lugar, que, como inversores, preferiríamos las oportunidades de la zona euro (de las que no hay escasez estos días: suscríbase a MarketScreener.com para saber más) a las de Norteamérica. Y, por último, que las fluctuaciones de las divisas son permanentes, al igual que los mercados financieros en general, y que siempre es más prudente ver pasar los ciclos, tomándose las cosas con filosofía y permaneciendo centrado en el muy largo plazo.