Dirigida desde hace décadas por el Gobierno mexicano para aplicar políticas de soberanía sin viabilidad económica, Pemex se encuentra estancada en un callejón sin salida. Sus refinerías, obsoletas, producen por debajo de su capacidad y esta tendencia se agrava por la falta de recursos financieros para realizar las gigantescas inversiones de modernización necesarias.

El año pasado, el segmento de refinería del grupo perdió 15.000 millones USD, el equivalente exacto a los beneficios obtenidos por el segmento de exploración y producción. Al desangrar así sus recursos, Pemex no ha podido emprender nuevos esfuerzos de exploración, por lo que en diez años sus reservas probadas han disminuido un 40%, pasando de 10.000 a 6.000 millones de barriles y equivalentes.

El año pasado, el nombramiento por parte de la presidencia de Sheinbaum de Víctor Rodríguez, un cacique procedente del mundo académico y sin experiencia en gestión, hizo fruncir algunos ceños. El interesado, que se ha pronunciado públicamente a favor de las políticas soberanistas que desde hace años llevan a sus actores a un callejón sin salida, tiene como principal mandato desarrollar las perforaciones de esquisto en Pemex.

A pesar de sus veleidades, México sigue dependiendo en realidad demasiado de las importaciones de Estados Unidos. La producción nacional de petróleo ha caído a 1,5 millones de barriles diarios, su nivel más bajo desde principios de la década de los ochenta del siglo pasado, lejos del máximo de 3,3 millones de barriles alcanzado en 2004; sin el gas de su vecino del norte, el país se vería sumido en la oscuridad.

Pemex, constantemente rescatada por los sucesivos gobiernos, debe hacer frente en la actualidad a una situación de práctica insolvencia, tanto frente a sus acreedores como a sus proveedores. Toda la economía del país sufre las consecuencias. Debido a estas dificultades, sigue siendo impensable la apertura del capital a los inversores extranjeros.

Las grandes empresas energéticas americanas han sufrido las consecuencias de unas políticas públicas desacertadas, generalmente guiadas por agendas populistas. En el centro del mayor escándalo de corrupción de la historia, la brasileña Petrobras ha emprendido una operación para recuperar su prestigio gracias a la excepcional bonanza de sus yacimientos marítimos. Pero aún le queda mucho por demostrar.

Véase al respecto Petrobras: Desconfianza extrema de los inversores.

La misma situación se da en Colombia, donde el bajo rendimiento del segmento de refino ha impedido a Ecopetrol desarrollar su producción y sus reservas probadas, ambas estancadas desde hace diez años. A pesar del cierto éxito del plan de reestructuración iniciado en el periodo 2017-2018, Ecopetrol, que sigue controlada en un 90% por el Estado, no es capaz de financiar sus dividendos y sus inversiones.

Por supuesto, nada es comparable con la magnitud del desastre venezolano. La producción de la gran empresa Petróleos de Venezuela, a pesar de contar con las mayores reservas de crudo pesado del mundo, se ha reducido a un tercio en veinte años.