Quienes hayan seguido los mercados financieros durante los últimos años recordarán una época no muy lejana en que los tipos de interés estaban por los suelos y los bancos centrales se comprometían a mantenerlos ahí; era la narrativa del «más bajo durante más tiempo». Un mundo en el que los bancos centrales eran previsibles en sus movimientos. A esto lo llamábamos indicaciones sobre la orientación futura de la política monetaria.

Este mundo es ahora cosa del pasado. Desde el retorno de la inflación en 2021, los bancos centrales operan a la vista, reajustando constantemente sus escenarios económicos y, en consecuencia, sus previsiones sobre los tipos de interés oficiales. En consecuencia, ahora dependen de los datos. Hemos pasado así del paraíso de las indicaciones al infierno de la dependencia de los datos.

En este nuevo entorno mucho más incierto, un solo dato puede cambiar toda la narrativa del mercado. Y esto puede llevar a un reajuste de las expectativas de recorte de tipos. Así, hemos pasado de 6 o 7 recortes de tipos tras el cambio de orientación expansivo de Jerome Powell en diciembre de 2023 (tendríamos que movilizar a todos nuestros analistas para saber cuántos bandazos de la Fed ha habido desde que volvió la inflación), a 1 o 2 ahora, pasando por casi ninguno en la primavera de 2024. Y algunos incluso esperan subidas.

La paradoja es que los inversores esperan bajadas de tipos porque son buenas para las valoraciones de las acciones. Pero la renta variable no ha esperado a las bajadas de tipos para revalorizarse, porque se adapta perfectamente al actual entorno de tipos de interés relativamente altos, fuerte crecimiento y baja inflación. Esto es más cierto si cabe en el caso de las grandes capitalizaciones, y más aún para las megacapitalizaciones, la mayoría de ellas sin apenas deuda, y cuyo flujo de caja está bien remunerado.

Lo que nos dicen los precios a tipos más bajos es que nadie sabe realmente adónde vamos. Así que, por supuesto, siempre es fácil vapulear a Jerome Powell y decir que la Fed siempre se equivoca y ha perdido toda credibilidad. Y muchos economistas, gestores de fondos y otros estrategas salen a la palestra para explicárnoslo. Pero la realidad es que los mismos han cambiado sus escenarios 10 veces en los últimos 3 años, y ya no saben hacia dónde vamos.

Y a pocos días de la toma de posesión de Donald Trump, la incertidumbre sobre el escenario económico parece mayor que nunca. Sus promesas de campaña son perturbadoras, y la brecha con lo que realmente logrará es potencialmente amplia. De cara a los próximos cuatro años, solo podemos estar seguros de dos cosas: las expectativas de bajadas de tipos siguen en marcha, y su mandato comenzará al son de "YMCA".