Aunque el desenlace era previsible, Jerome Powell ha realizado un ejercicio de equilibrismo al mantener los tipos de interés oficiales en su rango actual, entre el 4,25% y el 4,50%. Ni siquiera el presidente de la Fed ha introducido grandes cambios semánticos, y los temores expresados sobre el empleo y la inflación se han traducido en un aplazamiento de la próxima subida de tipos. Así, entre principios de abril y finales de la semana pasada, las probabilidades de una nueva relajación a partir de junio han pasado del 60 al 17%.
En otras palabras, los inversores parecen estar más preocupados por la política arancelaria de Estados Unidos que por su política monetaria. A este respecto, el viernes pasado se produjo una primera buena noticia con el acuerdo entre Estados Unidos y el Reino Unido. Las primeras negociaciones iniciadas este fin de semana con China también parecen apuntar a una distensión entre las dos superpotencias, lo que aleja, a priori, el espectro de una recesión.
El mercado de tipos de interés descartó hace tiempo este escenario catastrófico, al menos por el momento. Si observamos la curva estadounidense, vemos que el efecto que se viene produciendo desde hace varios meses es una pronunciación bajista. En otras palabras, los tipos a largo plazo aumentan más rápidamente que los tipos a corto. A este respecto, cabe señalar que, por convención, el sentido de la pendiente, bajista en este caso, siempre se refiere al precio de los bonos y no a los tipos de interés.
Como habrás comprendido, la pronunciación observada actualmente en la curva de tipos no apunta a una recesión a corto plazo, aunque puede crear las condiciones que la hagan más probable a medio plazo, sobre todo en caso de que los tipos a largo se disparen. Una vez más, los inversores en renta variable habrán de echar un ajo a los tipos de interés para no quedar atrapados en un cambio de tendencia.