La semana pasada, China comenzó a suprimir partes clave de su estricto régimen de "cero COVID" a raíz de las protestas generalizadas contra las restricciones el mes pasado, que habían marcado la mayor muestra de descontento público en China continental desde que el presidente Xi Jinping llegó al poder en 2012.

Esto ha incluido la supresión de las pruebas obligatorias previas a muchas actividades públicas, el control de la cuarentena y, ahora, el cierre de una aplicación llamada "código de itinerario" que, según los críticos, podría utilizarse para la vigilancia masiva y el control social de la población.

Mientras las autoridades desactivaban la aplicación en la medianoche del lunes, las cuatro empresas de telecomunicaciones de China afirmaron que borrarían los datos de los usuarios asociados a la aplicación. Los internautas acudieron a la plataforma de medios sociales Weibo para aplaudir su desaparición.

"Adiós código de itinerario, espero no volver a verte", escribió un usuario. "La mano que se extendió para ejercer el poder durante la epidemia debería ahora retirarse", escribió otro.

Los códigos de itinerario se utilizaban principalmente para rastrear los viajes internos dentro de China, mientras que las autoridades también utilizan los llamados códigos sanitarios que los residentes deben escanear para entrar en lugares públicos con el fin de comprobar si han podido estar en contacto con el virus.

Aunque las autoridades no han anunciado su desaparición, varias ciudades, entre ellas Shanghai, han dicho que los residentes ya no están obligados a mostrar estos códigos al entrar en lugares como tiendas y restaurantes.

APERTURA

La eliminación de las restricciones se produce antes de las vacaciones del Año Nuevo chino del mes que viene, cuando se espera que un gran número de personas viaje por China para visitar a sus familiares por primera vez en años.

El enviado de Pekín a Estados Unidos declaró el lunes que cree que las medidas COVID-19 de China se relajarán aún más en un futuro próximo y que los viajes internacionales al país también serán más fáciles.

China prácticamente ha cerrado sus fronteras a los viajes internacionales desde que la pandemia estalló por primera vez en la ciudad central china de Wuhan a finales de 2019. Los vuelos internacionales están todavía a una fracción de los niveles prepandémicos y los que llegan se enfrentan a ocho días en cuarentena.

El cierre de fronteras y los repetidos cierres en las principales ciudades para intentar erradicar el virus han golpeado a la segunda economía mundial.

Aunque se considera que el levantamiento de los controles mejora las perspectivas de crecimiento mundial a largo plazo, los analistas afirman que las empresas chinas pasarán apuros en las próximas semanas, ya que la oleada de infecciones crea escasez de personal y hace recelar a los consumidores.

La propagación de la enfermedad, evidenciada por las largas colas ante las clínicas de fiebre y los centros de análisis en los últimos días, probablemente también acumulará presión sobre el frágil sistema sanitario chino, que según los expertos podría verse desbordado rápidamente.

En la capital china, Pekín, los asientos vacíos de los trenes de cercanías y los restaurantes desiertos del centro han puesto de manifiesto las dudas que albergan algunas personas a la hora de abrazar las nuevas libertades encontradas.

"Puedo entenderlo", dijo a Reuters Gao Lin, un financiero de 33 años, en las calles de la capital. "Quizá otras personas tengan miedo o estén preocupadas por la salud de sus hijos y abuelos. Es una elección personal".