¿Cuáles son los elementos que cristalizan las tensiones en las cadenas de suministro?

Actualmente hay cuatro parámetros que, en conjunto, están llevando al límite las tensiones en las cadenas de suministro. 

En primer lugar, la guerra en Ucrania está teniendo efectos directos e indirectos en las cadenas de suministro. Las actividades en el país se han paralizado, lo que ha provocado una interrupción de las exportaciones, sobre todo de productos manufacturados y principalmente a Europa. Los fabricantes de automóviles alemanes, que se abastecen en gran parte de Ucrania, son los que más están sufriendo el impacto. 

Estas perturbaciones están teniendo un efecto en los productos alimenticios. Ucrania ha reducido masivamente sus exportaciones, por lo que la oferta se ha reducido drásticamente para varios productos, especialmente el trigo. Esta escasez empuja a otros países, como Egipto, Turquía, Argentina y, al margen, Bulgaria y Rumanía, a reducir sus exportaciones abogando por el proteccionismo alimentario, lo que acentúa la escasez de oferta para los importadores netos de productos agrícolas netos.

Las sanciones y contra-sanciones, tanto a Rusia como a Bielorrusia, tienen un impacto significativo en toda la navegación. Los barcos rusos ya no pueden atracar en los puertos europeos y del Reino Unido. Como respuesta, Rusia ha prohibido la exportación de 200 productos, entre los que se encuentran los fertilizantes, los coches y los productos electrónicos, por ejemplo, lo que aumenta la dificultad del suministro mundial. Como recordatorio, Bielorrusia es también uno de los principales productores y exportadores de fertilizantes del mundo, especialmente de potasa. 

Lo mismo ocurre con el problema del espacio aéreo, que vuelve a provocar la prolongación de los circuitos de entrega y, en consecuencia, un aumento de los precios logísticos, ya incrementados por la subida del precio de la gasolina. 

Por último, el gas y el petróleo son los focos de las tensiones. En cuanto al petróleo, es de suponer que Europa está haciendo lo que puede para establecer un embargo. Queda por ver cuántos países quedarán exentos, como Hungría y Eslovenia. Pero es posible que el continente no tenga capacidad para importar el equivalente de lo que no tomará de Rusia, a menos que llegue a un acuerdo nuclear con Irán y éste reanude las exportaciones. 

Por su parte, Rusia probablemente no tendrá la capacidad de reasignar este petróleo a otro lugar. China ya se ha hecho con una gran parte, y la India, candidata a la compra, se verá limitada por razones logísticas. De hecho, los puertos rusos tienen una capacidad limitada: sólo pueden atracar en ellos los buques Aframax, que ya escasean en todo el mundo.  

Por último, si el Kremlin corta las exportaciones de gas, muchos países podrían encontrarse en una situación de escasez, especialmente los que atraviesan uno de los gasoductos. Y, de nuevo, se produciría un efecto dominó en todas las cadenas de suministro, ya sea de mercancías, productos agrícolas o energía. 

El segundo parámetro a tener en cuenta es, como es lógico, el resurgimiento del Covid en China. Actualmente, entre el 30 y el 40% del país se encuentra bajo estricta contención y el tráfico aéreo ha descendido un 75% a principios de mayo en términos anuales. Todos los puertos están llenos hasta los topes y esto está creando enormes retrasos en todas las cadenas de suministro, para todo lo que va y viene de China. 

El tercer parámetro es la demanda y la oferta de semiconductores. A pesar de la ralentización del crecimiento, la demanda sigue disparada. Las tarjetas gráficas, los sistemas operativos y los automóviles, por ejemplo, demandan cada vez más potencia y capacidad, y la oferta no da abasto. 

También hay un problema de "almacenamiento geopolítico". Algunos países, como China, almacenan muchos semiconductores pero no los utilizan, o compran los componentes en nombre de Rusia, agravando deliberadamente la escasez. En este caso, la combinación de parámetros agrava la situación: los bloqueos en China afectan también a varios productores de componentes chinos. 

Por último, las dificultades del sector energético enturbian el panorama. Los productores de energía llevan varios años reduciendo su capex, y en algunos sectores, sobre todo el de los combustibles fósiles, la capacidad operativa está al máximo. 

Estos 4 parámetros combinados con otros factores marginales hacen que el entorno sea muy complejo. 

¿Cómo se explica la descorrelación entre los productos industriales y el petróleo? 

En cuanto al petróleo, se especula, por un lado, con el embargo europeo y, por otro, con la recuperación de China. Hoy, el país está parado, pero en cuanto Covid se normalice, la demanda debería repuntar muy repentinamente. China ha reservado grandes ingresos fiscales para que, una vez controlada la epidemia, pueda gastar masivamente. Sus necesidades serán masivas. 

Estados Unidos también había puesto en el mercado grandes reservas estratégicas y ahora anuncia que recomprará parte de ellas. Por último, la oferta de petróleo sigue estando muy controlada, y la OPEP se esfuerza poco por producir más. En general, la oferta es limitada y la demanda potencial muy fuerte puede restablecerse en cualquier momento. 

¿Cómo evalúa la situación alimentaria?

Aquí también hay muchos factores. Las condiciones climáticas son muy desfavorables: Estados Unidos el año pasado, China este invierno, el Magreb a principios de año, y Europa en primavera, han sufrido una intensa sequía. La calidad y la densidad de la cosecha están en su punto más bajo. 

Hay que vigilar especialmente algunos países. Turquía, que se enfrenta a problemas de importación de trigo y de petróleo, intensificados por la violenta caída de su moneda nacional, puede sufrir un doble golpe. Egipto, que ya se encuentra en una situación económica compleja, se enfrenta a la escasez de alimentos.  

En segundo lugar, se espera que el aumento de los precios de los alimentos en algunos países exacerbe las tensiones sociales en Sri Lanka y Perú, entre otros. Hay que tener en cuenta que la actual subida de precios es mayor que la que se produjo antes de la Primavera Árabe de 2011. 

No se espera que la situación se resuelva rápidamente, ya que es probable que los precios sigan subiendo porque algunos productores aún no han repercutido los aumentos de costes. 

¿Hay riesgo de estanflación? 

Desde el punto de vista del crecimiento real, tenemos, a nivel mundial, una desaceleración muy marcada en comparación con el año pasado. En 2021, el crecimiento mundial se acercaba al 6%, pero este año debería situarse en torno al 2,9%, es decir, se ha reducido a la mitad. En efecto, nos acercamos a un crecimiento real nulo o negativo, digamos que en base a la secuencia trimestral. 

Es probable que algunos países teman una recesión. Estados Unidos tuvo un primer trimestre negativo y el segundo trimestre será muy cercano a cero. En China y Europa se espera una fuerte contracción en el segundo trimestre. Pero la situación difiere en estas regiones: mientras que en EE.UU. es probable que se acerque, o incluso supere, el pico de inflación, Europa tendrá que esperar para alcanzarlo. Mientras que las perspectivas de inflación siguen siendo elevadas y aún pueden sorprender ligeramente al alza, las perspectivas de crecimiento real seguirán revisándose a la baja. 

¿Qué sectores seguirán bajo presión? 

En la construcción, el impacto del petróleo y el gas es especialmente notable, pero también entran en juego otros factores. Las dificultades de entrega se dejan sentir en todas las partes del mundo, los plazos se alargan y algunos actores posponen los proyectos, lo que agrava los retrasos. Aparte de las grandes obras, sigue siendo difícil conseguir materiales y artículos pequeños (como muebles, radiadores, etc.). 

Cuando China afloje, querrá recuperar el crecimiento perdido. 2022 es un año crucial para el régimen con la reelección del Presidente Xi Jinping. Por tanto, el país gastará masivamente en infraestructuras, lo que hará subir todos los precios, ya sea del cemento, el cobre, el acero, el mineral de hierro, etc. Por tanto, se espera que la inflación siga siendo elevada en el tercer trimestre. 

Christophe Barraud se incorporó a Market Securities en 2011 y actualmente es economista jefe y estratega en París. Ha sido clasificado por Bloomberg como el mejor pronosticador de estadísticas de Estados Unidos desde 2012, el mejor pronosticador de estadísticas de la zona euro (2015-2019) y el mejor pronosticador de estadísticas de China desde 2017. MarketWatch también le ha nombrado el mejor pronosticador de las estadísticas estadounidenses en 2020. Sus investigaciones se dirigen a un amplio abanico de inversores institucionales de todo el mundo (bancos, compañías de seguros, sociedades de gestión, fondos de cobertura, fondos de pensiones, etc.), pero también a organismos públicos (gobiernos, bancos centrales, etc.).