Las alarmas de la deflación han vuelto a encenderse en el Banco Central Europeo tras la publicación del informe de precios de agosto en la eurozona, lo que podría aumentar la presión sobre la institución monetaria para imitar a la Reserva Federal, que tiene un objetivo más laxo de inflación, y a preparar más relajación monetaria para el futuro.

Si el BCE no hace nada, los mercados de divisas que están empujando al euro a su nivel más alto en más de dos años frente al dólar pueden causar otro quebradero de cabeza a los dirigentes económicos del bloque, al avivar el temor a la deflación a medida que se disparan las deudas soberanas y privadas.

Aunque los indicadores económicos se han mostrado erráticos, en el mejor de los casos, durante la pandemia COVID-19, la sorpresa del martes, que mostró la primera contracción de los precios al consumidor de la zona euro desde 2016, fue aleccionadora, sobre todo para los mercados financieros.

La inflación anual de la zona euro cayó un 0,2% en agosto, en lugar de la tímida subida que se esperaba. La medida favorita del BCE para la inflación, el indicador interanual "subyacente", que elimina la energía y los alimentos frescos por su alta volatilidad, se redujo a más de la mitad, situándose en solo el 0,6%.

Sin embargo, en lugar de interpretar estas cifras como un desencadenante de nuevas medidas de flexibilización monetaria del BCE en su reunión de la próxima semana, el euro subió frente a un dólar enfermo, superando los 1,20 dólares por primera vez en más de dos años.

En una entrevista con Reuters el lunes, Isabel Schnabel, miembro del Consejo de Gobierno del BCE, restó importancia a la subida del 4% del euro este año, añadiendo que no le preocupaba "demasiado la evolución de los tipos de cambio".

Además, Schnabel dijo que los descensos del dólar suelen impulsar el comercio mundial y el crecimiento, lo que podría compensar a las empresas de la zona euro por la anticompetitiva escalada del euro.

¿TRAS LOS PASOS DE LA FED?

Sin embargo, la principal razón de la reciente caída del dólar ha sido la decisión de la Reserva Federal de cambiar su objetivo estratégico de política monetaria: ahora considera su objetivo de inflación, del 2%, como un promedio a largo plazo, lo que le permite tolerar períodos de inflación por encima del objetivo.

Por supuesto, la Reserva Federal tendrá que trabajar mucho para lograr que la inflación se acerque al ahora lejano objetivo. La inflación subyacente fue solo del 1,3% en julio e incluso las suposiciones de inflación a 10 años que se han incorporado a los bonos del Tesoro que están protegidos contra los efectos inflacionarios están todavía un cuarto de punto porcentual por debajo del mágico 2%.

Todo esto significa que los mercados asumen que los tipos de interés de la Reserva Federal serán cero durante más de cinco años por lo menos y que seguirá comprando bonos para contener los rendimientos a largo plazo también. Los rendimientos de los títulos de deuda pública ajustados a la inflación a 10 años de Estados Unidos volvieron a sus mínimos históricos de -1,1% esta semana como resultado de esta estrategia, por debajo de los equivalentes de la zona euro por primera vez en siete años.

Para los gestores de fondos como PIMCO, los agresivos ajustes de la Reserva Federal, junto con las exitosas medidas para aliviar la tensión crediticia mundial durante la pandemia, erosionaron por una parte la ventaja que ofrecía el dólar en materia de rendimiento a varios años y su papel de refugio seguro. Se avecinan más caídas, según estos expertos.

"Cualquier descenso generalizado del dólar es muy probable que lleve a la apreciación del euro", escribió el martes el estratega de PIMCO Gene Frieda y el jefe de gestión de carteras globales Sachin Gupta.

Y si la Reserva Federal se ha construido un andamiaje estratégico para justificar el mantenimiento de las tasas de interés de referencia cerca de cero y los costes de la deuda pública a términos asequibles en los próximos años, es posible que el deprimido panorama de inflación y la apreciación del euro empujen al BCE en la misma dirección.

Puede que no sea una "guerra de divisas", pero tiene elementos muy similares.

Schnabel se apresuró a rechazar las comparaciones fáciles al afirmar: "Lo que es mejor para la Reserva Federal no es necesariamente lo mejor para el BCE".

Sin embargo, teniendo en cuenta que el apoyo a la económica para contrarrestar la pandemia hará que la deuda pública se dispare por encima del 100% del PIB a ambos lados del Atlántico este año y el próximo, lo último que necesitan los países es una deflación de precios que aumente el coste real de esa deuda con el tiempo.

El Deutsche Bank espera que el BCE consuma la totalidad de su programa PEPP de compra de bonos pandémicos -1,35 billones de euros- para mediados del próximo año y adopte un objetivo explícito de inflación "simétrica" del 2%, similar al de la Reserva Federal, después de realizar su propia revisión estratégica en 2021.

Y Deutsche Bank cree que incluso entonces se alcance el dicho objetivo de inflación en su horizonte de previsiones, por lo que espera que el BCE vuelva a incrementar su programa de compra de activos.

Otros van más allá. El economista del Saxo Bank Christopher Dembik afirma que la estimación de la subida del tipo del euro podría rebajar la inflación de la zona euro en 0,4-0,5 puntos porcentuales para finales de 2020: "Todavía prevemos que la dotación del PEPP se incremente de nuevo a finales de año".

El BCE puede elegir mirar hacia otro lado este mes, dado el enorme estímulo que ya ha puesto en marcha. Pero si el euro sigue subiendo, será difícil ignorarlo mucho tiempo.

(Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de su autor, columnista de Reuters)

(Por Mike Dolan; editado por Alexander Smith; traducido por Tomás Cobos)