Consternado por los interminables convoyes de camiones que transportan pilas de carbón vegetal desde el interior boscoso de la nación de África Occidental, este empresario de 36 años se animó a buscar una alternativa más sostenible en 2017.

El carbón vegetal es la segunda fuente principal de combustible para cocinar en Benín y la demanda va en aumento. El país transformó 3,3 millones de toneladas de madera en carbón vegetal en 2017, frente a los 2,5 millones de toneladas de 2010, según datos del Banco Mundial.

"Nos dicen que luchemos contra la deforestación y sin embargo todos estos sacos de carbón vegetal llegan a nuestras ciudades", dijo Adjovi en la sede de su empresa llamada Eco Sika, donde su pequeño equipo fabrica ahora briquetas a partir de residuos agrícolas.

"También tenemos cáscaras de arroz que utilizamos, cáscaras de plátano, piel de piña... si lo encontramos, lo convertimos en carbón sostenible".

Más del 60% del carbón vegetal del mundo se produce en África, donde se obtiene principalmente de bosques y selvas, lo que provoca la degradación de los bosques, según señaló la agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) en un informe de 2017.

Sólo un pequeño volumen se produce de forma sostenible, según la FAO. Adjovi es uno de los que intentan cambiar esta situación.

Él y sus empleados recogen, clasifican y secan los residuos orgánicos antes de quemarlos y convertirlos en un polvo carbonizado que se procesa en briquetas y se vende por kilogramos o en sacos más grandes.

La demanda ha crecido gracias al boca a boca, afirma.

"Con una pequeña cantidad, cocino para mis cuatro hijos y para mí y aún sobra un poco. Es más económico que el carbón de leña", dijo Nicole Guelley, de 30 años, mientras removía una olla de alubias en un pequeño hornillo que quemaba combustible Eco Sika.

Este tipo de producción innovadora de carbón vegetal es "urgentemente necesaria para evitar una mayor degradación de los bosques y la pérdida de biodiversidad", afirmó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en un informe de 2022, en el que también se destacaban proyectos similares en Etiopía, Camerún, Kenia y Tanzania.