Por Rochelle Toplensky 
   THE WALL STREET JOURNAL 
 

Un año más, una actualización estratégica más de HSBC que suena familiar. La necesidad del gigante bancario de reiterar su enfoque asiático subraya lo lento e incómodo que es ese proceso.

La entidad con sede en Londres, pero centrada en China, anunció el martes sus cuentas anuales. Al igual que les ha ocurrido a sus rivales, los ingresos se vieron impactados por unos tipos de interés bajos en todo el mundo, así como por la morosidad como consecuencia de la pandemia.

La nueva estrategia anticipada desde hace tiempo es más de lo mismo --si no se tiene en cuenta la menor rentabilidad para los accionistas--.

Los títulos del banco cayeron tras la publicación de los resultados, prolongando el mal comportamiento que vienen teniendo en el último año. Durante gran parte de la última década la acción ha cotizado con una prima respecto a la mayor parte de sus competidores europeos debido al sólido negocio de HSBC en Hong Kong y en China continental, dos mercados rentables y de rápido crecimiento. Pero esa brecha se redujo considerablemente el año pasado y los inversores están preocupados por que el genuino modelo de negocio de HSBC que une Oriente y Occidente cada vez se esté topando con más escollos.

El banco cumplió en general sus objetivos para 2020. Sin embargo, el retorno sobre el capital tangible, o RoTE, cayó a solo el 3,1% desde el 8,4% un año antes, y se suspendió el pago de dividendos a petición del regulador británico. La pandemia parece ser una excusa válida. La verdadera decepción fue la guía de rentabilidad futura. El objetivo del RoTE se ha reducido y se ha retrasado, incluso con un ajuste adicional de los costes de US$1.000 millones. También se ha vertido un jarro de agua fría sobre las expectativas de dividendo: el desembolso trimestral creciente ha sido sustituido por un ratio de "payout" de entre el 40% y el 50%, que posiblemente vendrá acompañado de recompras de acciones o dividendos extraordinarios.

Desde el punto de vista estratégico, la entidad aún está centrada en transferir más activos desde Europa y Estados Unidos a Asia, así como en incrementar su negocio de gestión de patrimonio y en convertirse en un banco más digital. La dirección del viaje tiene sentido, pero el ritmo sigue siendo frustrantemente sosegado, sobre todo a medida que la competencia en la región aumenta. Prosiguen las conversaciones sobre la salida de las operaciones de banca minorista en Francia y Estados Unidos.

La velocidad de este cambio podría acelerarse bajo el timón del director financiero del grupo, Ewen Stevenson, que se incorporó a HSBC en 2019 desde RBS, ahora llamado NatWest, donde lideró una reestructuración integral del que en su día fue el mayor banco del mundo por activos.

La acción de HSBC también se ha visto penalizada por la geopolítica. La dirección no se prodiga mucho sobre el tema de las relaciones entre China y Estados Unidos. Esa discreción podría ser la mejor manera de lidiar con prioridades en conflicto, pero no logra calmar la inquietud de los inversores de que su identidad dual podría volverse insostenible con el tiempo.

El banco no tiene buenas respuestas para las cuestiones geopolíticas, lo que justifica aún más la idea de abordar las de carácter organizativo. Para un banco que sustenta gran parte de su posición animando a los mercados asiáticos, la rentabilidad prevista de HSBC es sorprendentemente modesta. Para que su acción recupere su viejo lustre eso tiene que cambiar.

-Escriba a Rochelle Toplensky a rochelle.toplensky@wsj.com

Versión española de Carlos López Perea carlos.perea@dowjones.com

Editado por MEG

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February 23, 2021 11:53 ET (16:53 GMT)