SHANGHÁI, 25 feb (Reuters) - Las amplias restricciones impuestas a Rusia para bloquear su acceso a las exportaciones mundiales de bienes, desde chips hasta ordenadores y productos electrónicos, probablemente acelerarán el impulso de la propia China hacia la autosuficiencia en la industria de los semiconductores, según diversos analistas.

Tras la invasión rusa de Ucrania el jueves, Washington -como parte de un paquete de medidas- anunció restricciones a la exportación que obligarán a las empresas que fabrican artículos de alta y baja tecnología en el extranjero con herramientas estadounidenses a pedir una licencia a Estados Unidos antes de enviarlos a Rusia. 

China, al igual que Rusia, carece de capacidad de fabricación de chips avanzados, pero uno de sus principales objetivos políticos a largo plazo es alcanzar la independencia y la autosuficiencia en la industria de los semiconductores.

La importancia de esa autosuficiencia se hizo evidente cuando el negocio de teléfonos inteligentes de Huawei Technologies Co Ltd se hundió tras las sanciones impuestas por Estados Unidos a la empresa china en 2019, que cortaron gran parte de su suministro de chips en el extranjero y le impidieron efectivamente construir el suyo propio.

Un consultor de chips en China, que solicitó el anonimato debido a la sensibilidad del tema, dijo que China probablemente "observará y aprenderá" de las sanciones y su impacto en Rusia.

"Los rusos tienen una industria de chips deficiente y dependen de los semiconductores mundiales. Así que si hay problemas tecnológicos que salen a la luz durante la 'no invasión' de las sanciones, refuerza el deseo de Pekín de poseer la tecnología para sí misma".

Washington dificultó aún más los planes de supremacía tecnológica de China al ampliar en 2020 las sanciones para incluir al principal fabricante de chips del país, Semiconductor Manufacturing International Corp (SMIC).

SMIC se vio obligada a abandonar sus planes de fabricar algunos tipos de chips avanzados cuando Estados Unidos revocó una licencia de exportación para el fabricante holandés de máquinas litográficas ASML Holding NV.

En los últimos diez años, China, el mayor importador de chips del mundo, ha invertido fondos en proyectos de semiconductores como parte de la iniciativa "Made in China 2025", que exige un 70% de autosuficiencia en componentes básicos para tecnologías estratégicas a mediados de la década.

Su industria de chips está creciendo rápidamente, gracias a la financiación de capital riesgo y a los incentivos políticos. Sin embargo, la cuota de exportación de chips del país sigue siendo marginal: sus productores de chips sin fábrica propia ocupan alrededor del 16% de la cuota de mercado mundial, según la Asociación de la Industria de Semiconductores.

Esto también limita lo que China puede hacer para ayudar a una Rusia fuertemente sancionada.

"China por sí sola no puede suministrar todas las necesidades estratégicas de Rusia para el ejército", dijo un alto cargo del Gobierno estadounidense.

"China no tiene ninguna producción de los nodos tecnológicos más avanzados. Así que tanto Rusia como China dependen de otros países proveedores y, por supuesto, de la tecnología estadounidense para satisfacer sus necesidades".

China envió a Rusia unos 10.000 millones de dólares en productos electrónicos en 2020, según datos de Comtrade de la ONU, lo que supone aproximadamente el 20% de sus exportaciones totales.

Los envíos de teléfonos inteligentes representan una gran parte de esa cifra, ya que las marcas chinas como Xiaomi Corp y Realme se encuentran entre los más vendidos en Rusia.

"El consumo de chips de Rusia no es grande y más de la mitad ya procede probablemente de China", dijo Doug Fuller, que estudia la política tecnológica de China en la City University de Hong Kong.

"China puede obtener unos 200 millones de dólares más en exportaciones aproximadamente si se cortan por completo los chips procedentes de otros lugares, y algunos de los chips que Rusia necesita China no puede fabricarlos de todos modos".

(Información de Josh Horwitz; información adicional de Karen Freifeld en Washington; edición de Miyoung Kim, Kirsten Donovan; traducción de Darío Fernández)