Los turcos tendrán poco respiro de un coste de la vida en alza este verano, ya que los economistas esperan que los precios suban hasta un 8,5% en agosto, lo que subraya el desafío de Ankara al emprender un doloroso camino hacia políticas más ortodoxas. La sostenida presión inflacionista, impulsada por la caída de la lira y las subidas de impuestos, se produce mientras el nuevo ministro de Finanzas y el jefe del banco central del presidente Tayyip Erdogan orquestan un giro de 180 grados en sus políticas que incluye subidas de los tipos de interés que se espera frenen la demanda interna. El endurecimiento monetario -tras años de agresivos recortes de los tipos- pretende enfriar la inflación para mediados de 2024. Pero mientras tanto, el giro de 180 grados ha martilleado la moneda y ha dejado a las autoridades pidiendo paciencia a los hogares, ya de por sí agobiados.

En julio, los precios al consumo se dispararon casi un 10% de forma secuencial debido a las subidas de impuestos y al desplome de la lira. Este mes, las previsiones de cinco economistas apuntan a un aumento de entre el 5,5% y el 8,5%, con las repercusiones de las subidas de impuestos de mediados de julio retrasándose hasta agosto.

Los economistas dijeron a Reuters que los precios de los alimentos se dispararían este mes debido a la subida de impuestos sobre el combustible del 16 de julio, que debía ayudar a financiar un aumento del presupuesto de 1,12 billones de liras (42.200 millones de dólares) después de que los terremotos de febrero y las elecciones de mayo dispararan el gasto.

La subida de impuestos hizo subir los precios de la gasolina un 45%, hasta 36 liras por litro. Por otra parte, esta semana las tarifas del transporte público y de los taxis subieron un 51% en Estambul, la mayor ciudad de Turquía, y las de los taxis de corta distancia un 75%.

La anterior campaña de Erdogan para recortar drásticamente los tipos de interés disparó la inflación anual a un máximo de 25 años por encima del 85% el año pasado y dejó a la lira fuertemente gestionada por el Estado.

Sin embargo, tras ser reelegido en mayo, Erdogan, enfrentado a una economía inestable y a unas reservas agotadas, nombró un nuevo gabinete para invertir la política. Desde entonces, el banco central, bajo el nuevo gobernador Hafize Gaye Erkan, ha subido los tipos 900 puntos básicos y la lira, más libre para flotar, se ha desplomado un 26%.

EL APOYO DE ERDOGAN

A pesar de la abierta oposición de Erdogan a los tipos altos en el pasado, Erkan ha prometido continuar con su endurecimiento gradual.

Sin embargo, debido en parte a la depreciación de la moneda, el banco central prevé que la inflación anual aumente hasta el segundo trimestre de 2024, cuando alcanzará un máximo superior al 60%, lo que supondrá más tensiones por el coste de la vida para los turcos.

Erdogan respalda públicamente el objetivo de reducir la inflación a un solo dígito, pero afirmó el lunes que, al mismo tiempo, el gobierno "nunca hará concesiones" en materia de empleo y crecimiento económico. Algunos analistas han cuestionado hasta qué punto permitirá que suban los tipos y se ralentice el crecimiento, sobre todo teniendo en cuenta las elecciones locales nacionales previstas para marzo, lo que ha llevado al ministro de Finanzas, Mehmet Simsek, a subrayar que cuenta con el pleno apoyo de Erdogan.

Un funcionario turco familiarizado con el asunto dijo que el endurecimiento gradual pretendía preservar el crecimiento y evitar sacudidas en el empleo y la economía.

Moody's dijo que podría elevar la calificación crediticia de Turquía si se mantiene el cambio a la ortodoxia. Sin embargo, dado que ralentizará el crecimiento, dijo que el "reto clave es equilibrar la necesidad de una acción decisiva... con el imperativo político de un crecimiento económico robusto continuado."

MEJORES DATOS

Desde que Simsek y Erkan tomaron las riendas hace dos meses, los economistas afirman que el Instituto Turco de Estadística (TUIK) ha publicado datos con mediciones de precios de mayor calidad.

La lectura de la inflación mensual del 9,5% en julio "reflejaba plenamente los cambios en los impuestos y el combustible, marcando una clara diferencia entre la calidad de las lecturas de junio y julio en comparación con las de principios de año", afirmó un economista que solicitó el anonimato debido a lo delicado del asunto.

Desde 2018, algunos economistas y políticos de la oposición han criticado los datos de TUIK alegando que no se ajustaban a los precios de la calle. Tras años de divergencia con las expectativas del mercado, el banco central las igualó el mes pasado cuando elevó su previsión de inflación anual para finales de 2023 al 58,0% desde el 22,3% anterior.