Este inmigrante de Malawi, de 29 años, dijo que seguía esperando los resultados de las pruebas de ADN para saber si los cadáveres gravemente calcinados que se encontraron en su habitación eran los de su hermano y la familia de éste, con la que vivía.

"Salté desde el cuarto piso y mucha gente saltó desde allí y murió, pero gracias a Alá sigo vivo. Sólo me hice daño en la mano", dijo a Reuters.

Witman fue una de las cerca de 100 personas que asistieron el viernes a una misa en memoria de las víctimas del incendio del 31 de agosto en un ruinoso edificio de apartamentos del centro de Johannesburgo, que fue uno de los peores desastres provocados por un incendio en Sudáfrica.

Muchos de los asistentes eran supervivientes que lo perdieron todo en el incendio. Cantaron canciones religiosas, algunas en el chichewa nativo de las víctimas, que eran de Malawi. También asistieron a la ceremonia voluntarios, trabajadores comunitarios y líderes religiosos.

Peace James, una joven de 20 años de Malawi, estaba trabajando cuando se declaró el incendio en el edificio donde vivía con sus padres. Le dijeron que su padre saltó por una ventana y fue trasladado al hospital con dos piernas rotas, pero aún no ha podido localizarlo. Cree que su madre ha muerto.

"Hasta este momento no sé dónde están mis padres", dijo James a la congregación mientras rompía a llorar y era conducida por los ministros para recibir asesoramiento y consuelo.

La tragedia ha puesto de manifiesto la crisis de la vivienda en una ciudad que es una de las más desiguales del mundo y donde la pobreza y el desempleo están muy extendidos.

La Misión Metodista Central, situada a un kilómetro del edificio incendiado, fue en su día un refugio para personas vulnerables que acogió a cientos de inmigrantes y solicitantes de asilo procedentes de países del sur de África.

Cerró sus puertas como refugio en 2015 al quedar cada vez más ruinoso e inadecuado para el gran número de personas que vivían en su interior.