El temor a una recesión mundial, sinónimo de ralentización del consumo de petróleo, se desvanece poco a poco a medida que los financieros miran a China, que ha abandonado su política de "covid cero". En otras palabras, los mercados quieren creer en una reactivación de la maquinaria económica en China, que, conviene recordar, sigue siendo el mayor importador mundial de crudo.

La última fuente de optimismo es Liu He, viceprimer ministro chino, quien afirmó en el Foro Económico Mundial de Davos que Pekín debería recuperar su ritmo de crecimiento anterior a la pandemia, una predicción compartida por Saudi Aramco, ya que el gigante saudí espera que aumente la demanda china de combustible.

Se trata del último informe mensual de la OPEP, que prevé un endurecimiento del mercado a partir del segundo semestre del año. El cártel prevé que la demanda mundial aumente en 2,22 millones de barriles diarios (mbpd) en 2023, mientras que la producción no procedente de la OPEP aumentará en 1,54 mbpd. Siguiendo con las previsiones, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) también cree que el levantamiento de las restricciones sanitarias en China debería estimular el crecimiento de la demanda mundial, ya que Pekín representa casi la mitad de esta última. La agencia califica a China de comodín, ya que la velocidad de su reapertura económica podría cambiar por completo las perspectivas de los mercados del petróleo en 2023. 

Este es también el caso de Moscú, que representa una incertidumbre en la evaluación de la oferta mundial. Las exportaciones no se han desplomado a pesar de las sanciones europeas, ya que Moscú concede descuentos récord para vender su producción.