Indonesia, que alberga un tercio de la selva tropical del mundo después de Brasil y el Congo, prevé que la estación seca podría prolongarse hasta octubre, ya que El Niño aumenta el riesgo de incendios forestales y amenaza el suministro de agua potable.

Aunque la agencia ha advertido de que el fenómeno meteorológico del Pacífico podría convertir la estación seca de este año en la más grave desde 2019, uno de sus investigadores climáticos afirmó que también podría poner en peligro los glaciares tropicales de Indonesia, de 12.000 años de antigüedad.

"Los glaciares podrían desaparecer antes de 2026, o incluso antes, y El Niño podría acelerar el proceso de deshielo", dijo Donaldi Permana, refiriéndose a los llamados "Glaciares de la Eternidad".

Los glaciares, que según él son de los pocos que quedan en los trópicos, son el Carstensz Pyramid, de 4.884 m de altura, y el East Northwall Firn, de 4.700 m, en las montañas Jayawijaya, en la región más oriental de Papúa.

Los glaciares se han adelgazado significativamente en los últimos años, dijo Donaldi, pasando a 8 metros (26 pies) en 2021 desde los 32 m (105 pies) en 2010, mientras que su anchura total cayó a 0,23 km (755 pies) en 2022, desde los 2,4 km (1,5 millas) en 2000.

Pero poco se puede hacer para evitar la contracción, dijo, y añadió que el acontecimiento podría perturbar el ecosistema regional y desencadenar una subida del nivel global del mar en una década.

"Ahora estamos en condiciones de documentar la extinción de los glaciares", añadió Donaldi, coordinador de la división de investigación climática de la agencia, conocida como BMKG. "Al menos podremos decir a las generaciones futuras que antes teníamos glaciares".

Además de en Papúa, se pueden encontrar glaciares tropicales en los Andes de Sudamérica y en las montañas del Kilimanjaro, el monte Kenia y el Rwenzory en África.

Indonesia es el primer exportador mundial de carbón y pretende alcanzar las emisiones netas cero en 2060. La energía de carbón constituye más de la mitad de su suministro energético.

El año pasado fijó el ambicioso plazo de 2030 para reducir las emisiones en un 31,89% por sí sola, o en un 43,2% con ayuda internacional.