Jim Simons no tuvo una carrera financiera clásica, sino todo lo contrario. Comenzó su carrera en Boston, su ciudad natal. Hijo del director de una fábrica de zapatos, llegó a ser profesor en la Universidad de Harvard y en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts. Su carrera dio un giro durante la Guerra Fría, cuando se unió a una organización de inteligencia estadounidense que luchaba contra la URSS. Sin duda, sus habilidades llamaron la atención. Consiguió descifrar el código soviético, pero más tarde fue despedido por su postura contraria a la guerra de Vietnam. Esta historia podría figurar ya en la sinopsis de una película de Clint Eastwood, pero en realidad es sólo el principio. Nuestro protagonista vuelve a la universidad, a Stony Brook, en Nueva York. Dirige el departamento de matemáticas y obtiene la máxima distinción posible por su trabajo en geometría.

Pero Jim Simons quiere más. Quería riqueza. Su primera esposa destacó la sed de su ex marido en una entrevista. "El dinero es poder", le decía a menudo.

Así que fue a los 40 años cuando Jim Simons entró en el mundo de las finanzas de una forma bastante oportuna. En aquella época, en 1978, la mayoría de los inversores seguían siendo fundamentalistas. Hablaban con los directivos de las empresas, interpretaban los balances y las cuentas de resultados y se fiaban de su intuición para decidir si invertir o no. Jim Simons quiere llegar al fondo de los gráficos zigzagueantes, que muchos interpretan como un caos. Simons cree, por el contrario, que las variaciones están muy estructuradas y que, por tanto, los mercados no son aleatorios. Está seguro de que se pueden explotar las anomalías estadísticas, y ahí es donde hará su fortuna.

Creó un sistema de trading automatizado basado en un enfoque matemático y algorítmico. No hay interfaz humana. Jim Simons bromeaba: "Quiero modelos que me hagan ganar dinero mientras duermo". Creó su propia empresa, Renaissance Technologies. La empresa no tardó en hacerse un nombre. Las cifras son extraordinarias: entre 1988 y 2018, el principal fondo de su empresa, Medaillon, generó más de 100.000 millones de dólares en ganancias con una rentabilidad media anual del 66% (!!!). A Jim Simons no hay quien le desmienta. Después de comisiones, la rentabilidad media es del 39%.

Aunque el trading cuantitativo es muy común hoy en día (más de un tercio del dinero que se negocia en los mercados), Jim Simons estuvo detrás de una gran innovación para su época. Su rendimiento es fuera de serie, muy superior al de otros campeones de la inversión como Buffet, Lynch o Soros. Las finanzas algorítmicas han perdido a uno de sus fundadores y mentores.

Se ha ido el rey del trading algorítmico
Dibujo de Amandine Victor para MarketScreener