Fundada hace una década, la AfD ha subido al segundo puesto en las encuestas de opinión debido a la preocupación de los votantes por la recesión, la migración y la transición a una economía neutra en carbono, según los analistas políticos.

El partido antiestablishment también se está beneficiando de la desconfianza de los votantes en la incómoda coalición tripartita del canciller Olaf Scholz, que ha pasado gran parte de los últimos meses peleándose públicamente sobre cómo abordar estas crisis.

El apoyo a la AfD se sitúa en una cifra récord del 19-20%, por detrás de los conservadores de la oposición, con un 27-28%, pero por delante o a la par de los socialdemócratas de Scholz y muy por delante de los dos socios menores de su coalición.

Preguntada por la emisora ntv sobre si la AfD nombraría a un candidato a canciller, la codirectora del partido Alice Weidel dijo "por supuesto, también nominaríamos (a uno) sin estos números en las encuestas", eludiendo una pregunta sobre si se presentaría ella misma.

La probabilidad de que un candidato de la AfD se convierta en canciller de Alemania es muy baja en la actualidad, dado que el partido necesitaría poder formar gobierno y actualmente todos los demás partidos han descartado trabajar con él.

Aun así, el gesto de designar a un candidato denotaría la ambición del partido de extrema derecha con más éxito en Alemania desde los nazis, que está sacudiendo cada vez más el panorama político del país más poblado y la mayor economía de Europa.

Que las autoridades están preocupadas por la situación quedó patente el martes, cuando el jefe de la agencia de espionaje nacional, Thomas Haldenwang, advirtió a los ciudadanos de que el extremismo de extrema derecha suponía la mayor amenaza para la democracia alemana y que los votantes debían tenerlo en cuenta antes de votar a la AfD.

Haldenwang dijo que parte de los miembros de la AfD habían propagado el odio contra las minorías, así como difundido sentimientos antisemitas y narrativas prorrusas.

La AfD no respondió a una solicitud de comentarios sobre su declaración. El partido, que está bajo vigilancia de las agencias de espionaje nacionales, niega las acusaciones de extremismo.

Aunque la AfD no consiga llegar al poder, dicen los analistas políticos, ya está forzando a otros partidos con más frecuencia a formar coaliciones difíciles de manejar al mermar su apoyo popular.

Ese es especialmente el caso del antiguo este comunista de Alemania, que sigue siendo más pobre que el resto del país y donde la confianza en las instituciones democráticas es más débil.

Actualmente, la AfD va camino de ganar la votación en los tres estados del este de Alemania que celebran elecciones el año que viene.

En particular, el partido se ha beneficiado de las feroces luchas internas en la coalición de Scholz, últimamente en torno a una nueva ley sobre la eliminación progresiva de los sistemas de calefacción de gasóleo y gas que, según los críticos, sobrecargaría las finanzas de los hogares.

"Cuanto más fuerte es el ambiente de crisis, mayor es el éxito de la AfD", afirma Hans Vorlaender, director de un centro de investigación política de Dresde. "Y cuando además tienes una población que ya no confía en el gobierno, es juego fácil para el único grupo de oposición realmente grande que argumenta de forma populista".