No cabe duda de que el precio supone una importante barrera de entrada para una tecnología nueva. Sin embargo, a veces los prejuicios sobre una innovación pesan más que los motivos racionales para ignorarla. Es el caso de los paneles solares fotovoltaicos, que se remontan a 1883 y al físico francés Edmond Becquerel. Su primera célula fotovoltaica tenía una eficiencia del 1 %.

No fue hasta mediados del siglo XX que los paneles fotovoltaicos empezaron a usarse de forma comercial, aunque solo en aplicaciones puntuales y fuera de lo común. En 1957 la URSS lanzó su primer satélite, que contenía una célula solar de una eficiencia del 6 %. Quemar combustibles fósiles era más asequible, pero por supuesto en el espacio no había otra solución.

España alcanzó en 2014 la paridad de red fotovoltaica, lo que significa que ya entonces era más asequible generar energía eléctrica con un panel solar que haciendo uso de combustibles fósiles. Pese a que han pasado años desde ese momento, la mayor parte de la población desconoce ese dato y ni siquiera se plantea su instalación.

Junto con estas innovaciones, hay muchas otras que se quedaron por el camino o que aún se encuentran en estado latente. Son avances que quizá requieran una generación o dos antes de que los humanos las utilicemos con total naturalidad.

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