Centrarse en cuestiones medioambientales, sociales o relacionadas con la gobernanza, ESG en la jerga del sector, podría afectar a la rentabilidad de los inversores, según los críticos.

La subida de los precios del petróleo este año reforzó sus argumentos al perjudicar el rendimiento de muchos fondos ESG que se habían alejado de los valores energéticos, responsables de producir una gran parte de las emisiones de carbono perjudiciales para el clima.

A pesar de ello, la lista de firmas financieras que se adhirieron a las coaliciones del sector con el objetivo de ayudar a las empresas a realizar el cambio a una economía con bajas emisiones de carbono se alargó a medida que los científicos advertían de que el tiempo se agotaba para limitar el calentamiento global.

Los accionistas activistas también obtuvieron importantes victorias en las juntas anuales de las empresas este año, como la petición de un informe sobre derechos humanos al fabricante de armas Sturm Ruger & Co.

En el ojo del huracán durante gran parte del año estuvo BlackRock, el mayor gestor monetario del mundo, cuyo director ejecutivo inició el año con una defensa de la inversión ASG en una carta dirigida a sus homólogos.

A BlackRock, junto con JPMorgan, Goldman Sachs, Morgan Stanley y Wells Fargo & Co, se le prohibió posteriormente obtener negocios estatales de Virginia Occidental debido a su postura sobre el cambio climático.

Otros estados le siguieron, con Texas acusando a BlackRock y a bancos como Bank of America de "boicotear" a las empresas de combustibles fósiles en la transición hacia una economía más ecológica. Florida dijo que retiraría 2.000 millones de dólares en inversiones de BlackRock.

En otros lugares, Missouri inició una investigación sobre la empresa de calificación Morningstar por si sus puntuaciones ESG violaban las leyes estatales de protección del consumidor; mientras que Texas y otros estados iniciaron una investigación similar sobre S&P Global.

Sin embargo, no toda la presión fue en una sola dirección, ya que grupos de izquierdas como el Sierra Club y funcionarios estatales demócratas, que colectivamente tienen más dinero para invertir, pidieron a BlackRock y a otros que se mantuvieran firmes o fueran aún más ambiciosos en sus esfuerzos climáticos.

POR QUÉ IMPORTA

Las críticas llegan en un momento crítico para los esfuerzos climáticos mundiales. Un informe histórico de la ONU de principios de este año afirmaba que se estaba acabando el tiempo para limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados para 2050.

La presión de los políticos republicanos ya ha tenido un efecto escalofriante, ya que la mayor gestora de fondos de inversión del mundo, Vanguard, se retiró recientemente de la iniciativa Gestores de Activos Netos Cero (NZAM), un grupo de inversores que aboga por las emisiones netas cero, alegando la necesidad de demostrar su independencia.

Mientras tanto, en el mundo de la regulación, la Comisión del Mercado de Valores (SEC) se ha enfrentado a presiones para que reduzca las normas previstas sobre la divulgación de información financiera relacionada con el clima.

Dado que Estados Unidos es la mayor economía del mundo con muchas grandes empresas multinacionales, cualquier fractura en la respuesta reguladora de los principales mercados del mundo podría deslucir su impacto colectivo.

¿QUÉ SIGNIFICA ESTO PARA 2023?

Con una serie de investigaciones sobre las actividades ASG vinculadas a las finanzas aún en marcha en varios Estados, la perspectiva de una disminución de la presión en 2023 es escasa.

Los observadores del mercado estarán pendientes de cómo ejercen su poder de voto los principales inversores en la temporada de juntas anuales de accionistas, aunque BlackRock ya ha dicho que no espera grandes cambios con respecto al año pasado.

El resultado de las normas de divulgación climática de la SEC, así como sus esfuerzos por frenar el "lavado verde", en el que las empresas emiten declaraciones engañosas en torno a sus esfuerzos medioambientales, contribuirán a configurar el futuro de la ESG en el país.

Para algunos, la cuestión de la ASG es incluso más existencial: ¿se ha politizado tanto que las empresas deciden no utilizarla en las comunicaciones de marketing y corporativas, optando quizá por otras palabras menos cargadas?

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