En vísperas de las numerosas reuniones de los bancos centrales, los últimos indicadores de inflación estadounidenses recordaron a los inversores que nada puede darse por sentado. En primer lugar, el IPC subyacente se situó ligeramente por encima de la estimación del 3,7%, con una tasa anual del +3,8%.

Puede que el anuncio haya sido contraproducente, pero el segundo efecto Kiss Cool llegó dos días después con el IPP. En tasa anual, el aumento fue del 1,60%, frente al 1,2% previsto, y en tasa mensual, del +0,60%, frente al +0,30% esperado. Este repunte de la inflación (que aún debe confirmarse) no parece, sin embargo, ser visto como una amenaza por los miembros de la Fed.

En la última reunión del Comité de Política Monetaria, tocaron la melodía esperada, señal de que el escenario central sigue bajo control. Es cierto que las hipótesis de inflación se han revisado al alza, pero también lo han hecho las perspectivas de crecimiento, en un contexto de solidez económica. El gráfico de puntos muestra que debería haber tres bajadas de tipos este año en Estados Unidos, un escenario en línea con las expectativas del mercado.

Las perspectivas de una bajada de tipos ya en junio se han visto así reforzadas: según la herramienta Fedwatch de la CME, la probabilidad de una flexibilización ha aumentado 15 puntos, hasta superar el 75%, lo que ha alimentado la caída de los rendimientos de los bonos. El bono estadounidense a 10 años tropieza actualmente con sus máximos de febrero en el 4,35%, tras mantenerse por encima del 4,07%. Una ruptura de este soporte confirmaría el fin de la recuperación desde finales de diciembre de 2023. Este escenario debería lógicamente favorecer a la divisa europea.
 
Estaremos atentos al soporte inicial en 1,0805 USD para mantener una visión positiva hacia 1,1108 USD o incluso 1,1237 USD. Por otra parte, una ruptura del soporte empañaría la estructura del gráfico, con el riesgo de una vuelta a los 1,07 USD o incluso a los 1,0535/05.