La caída de Wirecard hace dos años sacudió al establishment empresarial alemán, sometiendo a un intenso escrutinio a los políticos que la habían respaldado y a los reguladores que tardaron años en investigar las acusaciones contra la empresa de pagos.

Oliver Bellenhaus, que dirigía la filial de Wirecard en Dubai, se convirtió en un testigo clave del caso tras entregarse a las autoridades alemanas en 2020.

Bellenhaus está siendo juzgado junto con el ex consejero delegado Braun, que niega haber cometido irregularidades y acusa a otros de dirigir una operación en la sombra sin su conocimiento, y otro alto directivo de la desaparecida empresa de primer orden.

Se enfrentan a cargos que incluyen fraude y manipulación del mercado y, de ser declarados culpables, podrían ser encarcelados hasta 15 años.

Florian Eder, abogado de Bellenhaus, declaró a Reuters que la cooperación de su cliente debería traducirse en una "reducción muy significativa" de su condena.

Al comienzo del juicio, a principios de este mes, los fiscales acusaron a los acusados de formar parte de una banda que inventó enormes sumas de ingresos fantasma a través de transacciones falsas con empresas asociadas para engañar a acreedores e inversores.

Los fiscales dijeron que el engaño permitió a los directivos desviar dinero de Wirecard durante años.

"Las pequeñas mentiras se convirtieron en grandes mentiras ... Fue una estafa desde el principio", declaró Bellenhaus ante el tribunal, diciendo que lamentaba profundamente su implicación y el daño que causó.

En su testimonio de la semana pasada, los abogados de Braun alegaron que Bellenhaus fue el principal autor del fraude en Wirecard, que empezó procesando pagos por pornografía y apuestas en línea y llegó a ser una empresa del DAX valorada en 28.000 millones de dólares.

Pero Bellenhaus dijo al tribunal el lunes que fue la "lealtad ciega" a Braun, a quien describió como un "director general absolutista", lo que le había llevado a los tribunales de Múnich.

"Braun daba las órdenes de marcha y todos le seguían".

Fundada en 1999 y con sede en el suburbio muniqués de Aschheim, Wirecard se convirtió en el escaparate de un nuevo tipo de empresa tecnológica alemana que podía competir con los titanes establecidos de la mayor economía de Europa.

Pero después de presionar con éxito a las autoridades alemanas para que investigaran a quienes escudriñaban sus finanzas, Wirecard se vio finalmente obligada a admitir en junio de 2020 que faltaban 1.900 millones de euros en su balance.

No se espera un veredicto hasta 2024 como muy pronto.