Al igual que muchas economías, Francia vio cómo la inflación se disparaba durante el año pasado a medida que la demanda de bienes y servicios se recuperaba tras la crisis del COVID-19, lo que paralizó las cadenas de suministro de las empresas e hizo subir los precios de la energía.

La oficina nacional de estadística INSEE dijo a primera hora del martes que la inflación se mantuvo sin cambios en diciembre con respecto a noviembre en un máximo de 13 años del 3,4% tras meses de subida constante, según los datos preliminares armonizados de la UE.

La inflación "está ahora cerca de su máximo en nuestro país (diciembre muestra los primeros signos de estabilización) y en la zona euro", declaró el gobernador del Banco de Francia, Francois Villeroy de Galhau, en un discurso de Año Nuevo publicado en la página web del banco central.

"Aunque nos mantenemos muy vigilantes, creemos que las dificultades de suministro y las presiones energéticas deberían remitir gradualmente en el transcurso del año".

En sus perspectivas económicas trimestrales, el banco central pronosticó el mes pasado que la inflación disminuiría desde un máximo en torno al 3,5% a finales de 2021 hasta situarse por debajo del 2% a finales de 2022.

También pronosticó entonces que la segunda mayor economía de la zona euro vería moderado su crecimiento este año hasta el 3,6% desde el 6,7% estimado para el año pasado.

Desde que el banco central realizó esas previsiones, Francia ha registrado un resurgimiento sin precedentes de las infecciones por COVID en su quinta oleada, lo que ha obligado al gobierno a endurecer de nuevo las restricciones sanitarias.

No obstante, Villeroy se mostró confiado en que el impacto económico sería moderado, ya que las repercusiones habían ido disminuyendo con cada oleada.

Afirmó que incluso si este año volvieran a aplicarse restricciones sanitarias más estrictas que las actuales y se redujera el crecimiento medio, cualquier efecto de este tipo se compensaría totalmente con un crecimiento adicional en 2023.